10 décembre 2006
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Al igual que el resto de la nobleza de la época, soldado desde pequeño, Bayaceto había nacido con un arco al lado de su cuna, cuando aprendió a caminar lo pusieron en una silla de montar y probablemente desde que dijera sus primeras palabras le enseñaron a manejar la espada.
En la batalla que murió su padre, Murad I, la de Kosovo (1389), fue derrotado el ejército serbio. El príncipe Estefano, uno de los nobles que Bayaceto dejó con vida, llegó a un acuerdo con el nuevo Sultán, y Serbia se convirtió en un estado vasallo independiente. El Sultán también obtuvo una princesa como esposa, la hija del Príncipe Lázaro.
En estos años, el poder Otomano todavía no estaba consolidado sobre las muchas tribus turcas, ellos sólo eran una más, y el más poderoso de los clanes turcos que ocupaban Asia Menor. El sobrenombre de Bayaceto era ‘el rayo’, por la velocidad con que movía su ejército, y con la voluntad que atacaba, hablamos de un líder belicoso, falto de paciencia, ambicioso y seguro de si mismo hasta la ceguera. Con los serbios derrotados rápidamente, el Sultán se dirigió al Asia Menor, donde venció a Sarukan, a los Mentese, y convirtió en vasallos a los Aydin. Fracasó bajo los muros de Esmirna, en manos de los Caballeros Hospitalarios.
Pero en estos tiempos el palacio era un pasatiempo entre batallas, con un agradable harem que lo acompañaba en sus campañas, sin televisión y sin no-agresivas vocaciones creativas, Bayaceto, el rayo, sólo tenía una ocupación, la guerra. Si bien en la edad media esta palabra, ‘guerra’, no significaba noticia de todos los días, sí quería decir que el Sultán invertía su tiempo en preparar la campaña para esa gran batalla; o temporada de éstas, que definía al vencedor. El tiempo del Sultán en Asia Menor significó ataques a todos los principados turcos que renegaban de la autoridad Otomana, suprema en la zona. Así, atacó también a Karamania y su capital, Konia, además de Kayseri y Sivas, en otros principados. Mas no todos los gobernantes de esos pequeños reinos estaban muertos, y los que pudieron huyeron a guarecerse en lugares más amigables, esperando el momento propicio. A diferencia de su padre, que no sólo fue un buen soldado, sino también un político, Bayaceto no se preocupó por consolidar sus conquistas en la región, era el más fuerte y eso parecía ser siempre suficiente para él.
El Sultán Otomano era un musulmán heterodoxo, tomaba la religión con aquella libertad que sólo permite el poder absoluto, bebía alcohol y acometía todo tipo de placeres con muchachos y mujeres en su harem, y a veces tenía períodos de retiro, en una pequeña cámara sobre una mezquita, donde aprovechaba para conversar con sus teólogos.

En 1391, el Emperador Romano de Oriente, Juan V Paleólogo, murió. La corona le pertenecía a su heredero, Manuel, huésped/rehén en la corte de Bayaceto, quien debió escapar de su anfitrión para tomar posesión de su trono. La situación entre los turcos y los Romanos de Oriente, estado vasallo del Sultán, estaban tirantes, ya que cada vez más, a medida que el poder otomano crecía, sus exigencias también lo hacían. Bayaceto, con una muestra de fuerza, saqueando y esclavizando pueblos griegos cercanos a Constantinopla, logró obtener mayores concesiones del Emperador Manuel II (título que cada vez sonaba más irónico). Mientras el Sultán humillaba al Emperador, el Rey Segismundo de Hungría, comenzó a pedir apoyo a los poderes cristianos europeos. Europa occidental, que estaba profundamente dividida, pero disfrutando de un momento de paz, envío un contingente apreciable de caballeros, mercenarios y grupos de apoyo. Venían de Flandes, Bohemia, Polonia, Lombardía y muchos otros reinos y principados.
A diferencia del rey húngaro, los caballeros europeos no conocían la fuerza del turco, ni sus tácticas, sólo conocían las suyas propias y sabían que ninguna infantería podía aguantar su carga. Cuando llegó la hora de la confrontación, los caballeros no hicieron caso del consejo de Segismundo y perdieron la batalla, así como muchas de sus propias vidas. Bayaceto había jugado sus cartas con habilidad, una vez más, y emergió victorioso nuevamente (1396). El Sultán aprovechó el ejército reunido para conquistar más territorios griegos en Tesalia y la Morea. Bayaceto comenzó a tener problemas con los poderes navales de las ciudades italianas, Venecia y Génova. El Sultán sufrió algunas derrotas en el mar, mientras la sitiada ciudad de Constantinopla ya estaba lista para el toque final, casi muerta de hambre, y el emperador romano se encontraba suplicando ayuda en las cortes de los reyes occidentales, todo parecía estar listo para que el sultán otomano se libre por fin de la sombra de los romanos. Entonces, en el año 1402 debió levantar el sitio, abandonar todas sus campañas en Europa y dirigirse al Asia Menor, había surgido un ‘pequeño’ problema, se llamaba Tamerlán.

Sin importar el trato que le diese Timur desde su derrota, cualquier situación que no significase el poder absoluto sería una humillación permanente para Bayaceto. El rayo apenas vivió un año más como prisionero de Tamerlán, se rumorea que cometió suicidio.
