Volveré a repetir mi cantaleta: el problema de nuestro de tiempo, o de todos los tiempos, no es el ‘MAL’. El ‘Mal’ como tal sólo existe en nuestras narraciones. La realidad nos presenta el ‘bien estúpido’, o la ‘necesidad egoísta’. El primero es simplemente tener una visión deformada de la realidad que te permite hacer todo tipo de crueldades por ‘razones imaginadas’, es el más peligroso, el segundo es simplemente la necesidad que te obliga a cometer un acto ‘delictivo’… y habría que añadir un nueva categoría, un tercer punto, el ‘mal’, que serían personas que trabajan sin ninguna ética, o sea, todos los criminales del mundo. Volviendo a la deformada visión del bien, un ejemplo claro, además de políticamente correcto, sería la inquisición. Hoy en día, la religión católica estaría horrorizada por lo que hizo esta institución: quema de brujas, tortura de apostatas y judíos, etcétera. ¿Entonces por qué la institución católica de ese entonces hizo algo tan horroroso? Pues, la respuesta es: Porque en ese tiempo, ellos creían que hacían lo correcto. Esta noción equivocada de lo ‘correcto’ ha sido la gran plaga del mundo. Claro que el ‘Mal’ existe; pero es criminal y patético. El mal es solitario y débil. Cuando suceden cosas como lo que ocurre en Méjico, donde las bandas criminales matan a más de diez mil personas por año, pues, ahí tenemos que se ha introducido una noción de ‘bien’. O sea: ‘Es bueno matar a mi enemigo, si no lo hago, ellos me matarán a mí’, ‘Es bueno ser corrupto, aquí todos lo son’. Cuando ese tipo de ideas se internan en una sociedad, son muy difíciles de expulsar.
En lo personal, yo he trabajado mucho para quitarme las malas ideas de mi cabeza. Diría que lo he logrado en gran medida. Una de las últimas ideas que me saqué de la mente fue la del uso de la violencia. Verán, de chango era de izquierdas, o sea, un disque comunista, y dentro de estas horrorosas ideas, pues, la violencia está muy presente. En primer lugar a la violencia no le veía el lado pragmático. Mucho ruido y pocas nueces. La violencia no me atraía debido a que no da buenos resultados; pero, igual creía en burradas, y creí en ellas durante mucho tiempo. Para resumir, ya que, de otra manera, tendría que escribir mucho, hoy por hoy son un completo pacifista, y sólo respaldaría el uso de la violencia en respuesta a la agresión del otro. O sea, responder sólo si uno es atacado. Fuera de eso, la violencia es: improductiva, generadora de problemas, y un horror de dolor. Por extraño que parezca, fue un juego de computadora muy violento el que me acabó convenciendo de lo ‘terrible’ que puede ser el uso de la violencia, especialmente en el mundo militar (yo fui de aquellos que apoyaron la invasión a Iraq; ahora he cambiado de opinión. Respaldo las ideas que generaron la invasión, mas ya no apoyo el método). (Uf, si buscaba llegar a ese punto paso a paso nos habríamos gastado en varias páginas)
Corría el año 2003 cuando lo jugué. Se titulaba ‘Call of duty’ o ‘Llamado del deber’, era un juego en primera persona, de los llamados ‘shooters’, o de gatilleo, que consisten en disparar contra el enemigo en una construcción de 3 dimensiones. El ambiente del juego es la Segunda Guerra Mundial, hay tres campañas: estadounidense, británica y rusa. La dificultad del juego se incrementa a medida que avanzas. Sucede que desde que exploráramos con mi hermano la dificultad ‘realista’ en el excelente juego ‘Far cry’, ya no pude volver a jugar un disparador de éstos sin subirle la dificultad a máximo. En ‘Call’ creo que era nivel de veterano. Moría como condenado en el juego, o sea, daba dos pasos y moría, unos metros y me mataban. Fue difícil, y muy, muy divertido. La idea de estos juegos es que te dan un golpe de adrenalina tienes la tensión del peligro en la seguridad de tu casita. Una combinación que ha demostrado ser peligrosamente adictiva (a mí no me pasó, supongo que por el trabajo).
Al principio, uno podía hacerse al héroe, jugar como una persona que sabe disparar bien. Pum, pum. Enemigos muertos. Poco a poco la situación se fue tornando más y más humillante, debías escapar, esconderte, no podías lucirte frente al enemigo, te quedaba cruzar los dedos y aprender la mejor táctica. Creo que toda la campaña rusa me la pasé arrastrándome por el piso. Ya no era un héroe. Era un tipo tratando de sobrevivir la guerra. Una, chiquita. Una, donde moría por un par de minutos, cuando me era imposible recuperar lo avanzado en el momento de mi muerte. Una, de tensiones menores, una, de compensaciones de adrenalina y heridas mejores curadas con una serie de maldiciones en voz alta. O sea, na’a q’ ver con una guerra real. Lo sabía. Y ya era difícil. Ya te ponía tenso. Ya te hacia lamentar; aunque sea un poquito, por ese tiempo que no llevó a nada, esos minutos perdidos, cuyo avance no pudiste ‘guardar’. Y la guerra, la real, es peor. Muchísimo peor. Ahí comencé a volverme un pacifista convencido.
En un capítulo de la campaña rusa, creo que era el final, me encontré disparando contra enemigos que llegaban en tan grandes cantidades y velocidad que no recargar, la situación se tornaba tan desesperada que no tenía otra opción que levantar armas del piso en vez de llenar la mía de municiones. La misión consistía en defender un edificio de un contraataque alemán, y vaya que era difícil. Comenzabas con un pequeño escuadrón, y acabas solo. Había que moverse de un cuarto para otro, debido a que tú llevabas el arma antitanque. Finalmente, con toda la tropa enemiga muerta, después de muchísimos intentos, me fijé por la ventana y había unos tanques llegando, sin dudarlo les disparé con el arma antitanque, y me fusilaron. No me dispararon los tanques, me fusilaron por haberle disparado a tanques amigos. No me preocupé por reconocer si eran soviéticos o alemanes, yo sólo había disparado. Tuve que jugar de nuevo, una vez más, no sin antes insultar a una diversa variedad de entelequias. Después de la victoria, me sentí como un veterano, de verdad, cansado de la guerra, listo pa’ jugar tetris o pacman.
No tengo intenciones de ir a visitar ninguna guerra, y, dicho sea de paso, no queda ninguna que sea muy ‘en serio’. De acuerdo a la clasificación de las guerras, que van desde ‘desorden civil’ hasta ‘guerra total’, pues, no hay ninguna que califique como ‘guerra total’ en este momento. De cualquier manera, muy cerca de cualquiera no pienso estar. Igual, ya un desorden civil me parece horroroso. No quiero ni puedo estar en un conflicto menor, ni mayor, por lo que no adquiriré el conocimiento de ‘como son’. Y no lo necesito. Si bien ‘Call of duty’ te lleva a los momentos de mayor intensidad de una guerra: el aburrimiento, la tensión prolongada, el trauma, la impotencia, etcétera, también son evitados. El magnífico ambiente del juego te permite disfrutar y aprender mucho. Me encantó. Creo que jugué todas las versiones, y aprendí que ‘si así es un juego’, qué horrible que es un conflicto bélico. Sobretodo el público femenino se verá extrañado por un comentario que parece Perogrullo, sucede que para la mente masculina no es tan fácil, la mejor prueba es que todavía hayan guerras, o conflictos violentos.
Una macana, ando medio enfermo, de esto y lo otro. Curo esto, sale lo otro. Voy de salida; pero debo cuidarme. Una macana. Sólo me queda seguir yendo al médico, seguir esperando, seguir la receta. Etcétera. Bueno, si hay muchos problemas, pues, queda atenderlos uno por uno, ¿no?
Como siempre, estoy un desordenado con todas mis tareas. Avanzo poco a poco. Hay varias razones para haber descuidado mi bitácora. No creo que estas razones vayan a cambiar mucho en el futuro, siquiera escribiré unas tres veces... o tal vez cuatro, ya saben, voy a explorar escribir más corto. Saludos a todas y todos.