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28 novembre 2006 2 28 /11 /novembre /2006 21:28
            Debe existir una gran decepción interna para que uno esté dispuesto a hacer ciertas cosas ‘externamente’. El problema, sea como fuere, parte de uno por lo que hay fuera de uno. De adentro vendrá el deseo de afectar al mundo real, a la construcción muy propia que podemos llamar realidad. El problema es que hablar de realidad, que existe y está ahí para todos, a veces implica olvidar la ‘realidad construida’ que también existe y está en cada uno.
            Un par de años antes de estrellarse en un avión contra las torres gemelas, Mojamed Atta, el egipcio, era un prometedor ingeniero. Joven, afable, riguroso, Atta tenía todo lo necesario para triunfar en este mundo, en esa nuestra realidad impuesta colectivamente (que no por serlo no deja de ser una ‘realidad construida’, claro está). Pero siquiera desde entonces Atta ya se había decidido a participar en una misión suicida en nombre de algún difuso sueño de orden religioso, para él, estrellar ese avión, se trataba de un favor a la comunidad islámica. Había renunciado a ese futuro que veía venir; la de un trabajo, una familia, la pelea por vivir; o como la hemos decidido llevar. Sus compañeros también habían decidido lo mismo, renunciar al mundo, sacrificarse por un sueño. Siquiera uno de los terroristas del 11 de septiembre se arrepintió un momento, y regresó a Alemania, donde su novia, y tuvieron que convencerlo de nuevo para que vuelva. ¿Qué le dijeron? ¿‘Ven, ven a morir, que te necesitamos’? A mí no me suena muy convincente, pero sí fue suficiente para el piloto, dejo a la novia y… el resto es historia.
            Ernesto Guevara, el famoso (el polera, el llavero, el poster, etc.), alias el Gilipollas, era un muchacho de buena familia, no sólo por el sentido cultural del asunto, también económico. El chiquillo era un mimado más de clase media, con fortuna heredable y todos esos simpáticos detalles que pueden afectar la vida de un nada pobre argentino. Este tipo, sensible—parece ser—también renunció, a una vida de médico, con auscultaciones, con enfermedades ajenas, una que otra atractiva paciente, y mucho dinero. Algo en lo que él veía a su alrededor le impulsó a decir que no, a ese futuro. Por un mundo mejor, ese tipo se fue a jorobar la paciencia por donde pudo, llegó hasta la revolución cubana, de ideología completamente opuesta a la de Osama Bin Laden o Mojamed Atta, pero el Gilipollas también peleaba, o estaba haciendo algo, por un mundo mejor. En Bolivia, nuestro orgullo, decidimos jorobarlo a él, derrotando a los hombres que esgrimían sus débiles ideas, con el mismo valor que blandían fusiles. El rigor intelectual dista mucho de haber sido un tema importante dentro de la psicología, tanto de Atta como del Gilipollas.
            ¿Habría habido mucho rigor intelectual en la mente de Vernon Howell, alias David Koresh? Vernon se conocía muy bien el libro que consideraba sagrado, la Biblia, lo había estudiado a conciencia e independientemente, sus conclusiones eran propias. Su dislexia le causó algunos problemas en el colegio, pero era brillante de todas maneras, según testigos. Su conocimiento del texto más su elocuencia natural le sirvieron bastante bien cuando decidió convertirse en profeta de su propia secta cristiana, los davidianos. Si bien Vernon podría ser un caso clínico, ¿qué hay de todos los demás miembros de los davidianos? Y, seamos sinceros, más allá de una piedad mayor, ¿qué diferencia existiría entre ellos y el resto de los religiosos, o seguidores de cualquier otra fe? (Sí, la verda’ es que todos son casos clínicos) Entonces cabe preguntarse, ¿existe alguna diferencia entre Howell y el profeta de una religión cualquiera? Supongo que la respuesta es larga. Lo que sí, los davidianos habían renunciado a muchas cosas para unirse a David Koresh en el templo llamado ‘Monte Carmel’, incluso renunciaron al sexo (Sólo el cordero de dios, Howell, podía acostarse sexualmente con sus esposas e hijas). También a sus vidas, cuando la loca secta, encerrada en su templo, se fue en llamas, el 19 de abril de 1993. David se preparaba para el Apocalipsis, compraba armas y la ATF, Agencia del Alcohol Tabaco y Armas de fuego, se decidió a intervenir. Hubo un tiroteó, un sitio, y mucho humo, además de unos 76 muertos.
            Vernon, Atta, el Gilipollas, todos concibieron mundos imaginarios donde ellos eran héroes o profetas de sus propias historias. Todos, finalmente, dedicaron sus vidas por un mundo mejor, no importa si éste se encontraba en el futuro o el más allá. El pretexto para todos estos sacrificios siempre fue el mismo, era por los demás, pero esa es una verdad de boca para afuera, si tú decides hacer algo, es porque tú obtienes algo. No existe el altruismo sin premio, el hacer algo por otros puede alegrarte mucho a ti, es parte de nuestra naturaleza de criatura que vive en colectividad el buscar hacer algo no sólo por uno mismo sino por los demás. Lo que haces por los demás lo haces por ti. Por ahí comienza el problema, en uno. Pero la naturaleza también egoísta del ser humano (algo que, por extraño que parezca, no es incompatible con la colectividad) no puede dejar que ese ser humano quede sólo, así que se desea afectar la realidad de los demás, por un mundo mejor, cualquiera sea ése.
            Entonces, la conclusión es que los problemas que Mojamed Atta, Ernesto Guevara, Vernon Howell, o quién cuernos sea, tuvieron con el mundo, son problemas suyos, no del resto. Cada uno parte de su propio contexto cultural, Mojamed del Islam, Ernesto del pseudo secularismo de izquierda y Vernon del fundamentalismo cristiano, sus dolores ya eran compartidos por algunos en su comunidad y ellos aprendieron esa visión hasta cierto punto, son individuos con problemas particulares que buscan asidero en las de ideas de alguna colectividad, o una que construyen ellos mismos. Si en tu visión egoísta tienes éxito, si en tu locura logra convencer a otros, puedes ser desde un Osama, con unos 100 mil seguidores, hasta un Sun Myung Moon, con entre 250 mil y tres millones. Pasando por Guevara, con unos centenares, y Howell con unos miles. Afectar la realidad humana es reconocerla que es un lienzo en blanco, pero con un limitado número de colores a tu disposición, es por eso que las quejas son muy similares, los dolores sólo pueden ser dolores compartidos, pero el problema parte de uno, de la sensibilidad de uno. No es nunca el dolor del mundo, es tu dolor y punto. Así que puedes pintarlo, el mundo, como te venga en gana.
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20 novembre 2006 1 20 /11 /novembre /2006 12:06
            “¿Con qué armas se peleará la tercera guerra mundial?”, le preguntaron a Einstein. “¿La tercera guerra mundial? Mmm, no lo sé, pero la cuarta guerra se peleará con palos y piedras,” respondió él. Supongo que el famoso físico hacía referencia a que la devastación generada por la 3ª guerra sería tan grande que ya no quedaría cómo pelear una 4ª guerra, o que tal vez todo ese dolor finalmente nos habría enseñado a limitar las consecuencias de nuestros múltiples enfrentamientos. Me inclino por lo primero, lo segundo suena demasiado idealista.
            En el año 1942, Adolfo Hitler estaba en la cima de su poder, nunca nadie estuvo más cerca de conquistar el mundo, y yo apostaría que ningún otro lo estará. Si derrotaba al Reino Unido podría apoderarse de su imperio, si derrotaba a la Unión Soviética, ocuparía todos sus territorios, la Francia de Vichy ayudaba desde un pálido dominio de sus colonias, a la Alemania Nazi. El mundo era mucho más sencillo en ese entonces. Después de la terrible derrota del tirano, y la del ingenuo pueblo que lo apoyó, comenzó la guerra fría. Dicen que en los años 80’s la Unión Soviética tenía tanto poder nuclear como para destruir al mundo cinco veces, si el dato es erróneo, pues siquiera tenían unas 5 mil cabezas nucleares (¿pueden mencionar cinco mil ciudades?). La de Hiroshima se consideraba una bomba ‘pequeña’, provocó unos 100 mil muertos, ¿se imaginan las bombas de los 80’s? El número de fallecidos en la ciudad japonesa es sólo una estimación, nadie tiene el número exacto, son cálculos matemático-estadísticos, reportes de hospital, más el cómputo de diversos censos. Nadie contó todos los cadáveres, porque a veces sólo quedaban sombras, siluetas de las personas, y de árboles, pintadas por el destello de calor de la explosión atómica. Mientras la persona era devorada por el calor, el destello llegaba al muro y ‘pintaba’ su silueta.
            Los Rusos se llegaron a armar hasta a los dientes, y su ejército convencional llegó a ser mucho más poderoso que el de los Estados Unidos. Durante la mal llamada guerra fría, los dos poderes compitieron uno con el otro para ver quién tenía la mejor cazadora, el buque más destructor, mientras se daban de bofetadas en el tercer mundo. Invirtieron millones por ambos lados, millones y millones, de rublos o dólares, en el desarrollo de nuevas armas. De haberse enfrentado convencionalmente, en el año 1989, los EUA habrían perdido sin derecho a replica, creo yo, pero eso también habría significado el colapso de la URSS. Y no lo digo por el uso de atómicas, no, esto es un experimento mental convencional, los ruskis habrían perdido porque habrían entrado en quiebra, sólo por los costos de todo el asunto. La guerra industrial es cara, muy cara. La farsa de la URSS entró en quiebra, precisamente, porque el inepto modelo socialista no podía competir con el capitalismo de los EUA, ya antes del gobierno de Gorbachev los problemas económicos se hicieron patentes.
            Ahora sólo nos queda un poder sobre la tierra, los EE.UU.. Sólo la US Navy tiene un poder mayor que el del resto de las flotas navales del mundo juntas. Juntas. Sus magníficos submarinos cazadores tienen un costo de, más o menos, un millardo y medio por unidad, y, como señaló un columnista, de poco sirven en el desierto. Los EUA ya perdieron la guerra de Vietnam, aunque el mayor perdedor fuese el propio pueblo de ese país. Los soviéticos rajaron de Afganistán. Las grandes potencias, se vieron humilladas por fuerzas militares más débiles y mucho más baratas. Sólo en pocos momentos, las superpotencias invirtieron montos comparables a los de las fuerzas que se les oponían, en general ellos invertían más. Economías aparte, el poder de fuego siempre fue mucho mayor en el lado del poder respaldado por la superpotencia, así como la tecnología. Y ambas perdieron. Hoy en día, en Irak, sucede exactamente lo mismo, una gran potencia respalda a un gobierno en un país, y los que se oponen a ese gobierno y ese país, pues haciendo uso de recursos menores, ya han logrado poner en jaque a la superpotencia. Ponerlo en retirada, por así decirlo.
            La tercera guerra mundial habría sido terrible, pero también breve, no por el uso de atómicas; no necesariamente se habría llegado a eso, sino por lo insostenible de una guerra industrial a esa escala. En la segunda se podía ensamblar un tanque en un par de semanas, los rusos se ufanan de haber ensamblado 1200 tanques t-34 por mes, en 1944. Este logro no podría duplicarse hoy en día, a menos que se haga una inversión industrial no igual, sino logarítmicamente incrementada, que es lo requerido por un tanque moderno como el T-90, y ningún país estaría en condiciones de poder hacer algo así. Si un avión de la 2ª Guerra costaba unas decenas de miles de dólares, digamos 100 mil dólares, por dar un precio ajustado a ojo, hoy en día un F-22 Raptor tiene un costo de más de 300 millones de dólares, si añadimos el costo de la investigación para su diseño, y unos 120 millones por unidad siguiendo contabilidades que obvian esa inversión.
            La descomunal maquinaría militar de los Estados Unidos hizo historia hace unos años, tal vez cinco, cuando otorgó a la Lockheed Martin el mayor contrato militar de la historia, eran más de 250 millardos, un pago durante más de una década por una considerable cantidad (unos 600 o algo así) de aviones F-35. Lo interesante del evento es que esto no revela los fondos ilimitados de la economía estadounidense, sino lo poco que tiene, y lo mucho que le falta. El F-35 será una anomalía, reemplazará a lo que antes fueron aviones cazas con distintas tareas. El Pentágono se dio cuenta que ya no podía seguir pagando el mantenimiento de aviones cazadores, apoyo cercano y bombardeo táctico, así que decidió pedir un sólo avión para reemplazar a todos los otros. Era la única manera de reducir los precios, o sea: el F-35 era la opción más económica.
            Los rusos, desde la guerra fría, se concentraron en mayores números de maquinas, por lo general más simples que sus pares de los USA o la OTAN. Debido a que sus máquinas eran más baratas, sus productos tuvieron mucho éxito en el tercer mundo. Ahora, la maquinaria rusa sigue todavía esa lógica, aunque el moderno campo de batalla le exigió que siquiera fuesen comparables a los modelos de otras potencias industriales. Si bien son mucho más baratos que lo ofrecido por Europa o los EE.UU., los productos militares rusos siguen siendo muy sofisticados y carísimos para el 3er mundo, sólo los mega países subdesarrollados pueden comprar ese tipo de maquinaria: China, Pakistán, India, y algunos del Oriente Medio. El resto prefiere las latas voladoras que ofrecen otros países tercer mundistas, o nada.
            Quien no pague los millones de dólares que cuesta un S-33, verá cómo su inversión en latitas no valió la pena. Quien no invierta los 40 millardos en desarrollo para obtener una nave comparable a un F-22, será derrotado por un F-22. El costo del armamento actual habría sido una buena noticia; en una situación internacional con diferentes condiciones culturales, habría podido significar la renuncia a las armas, ya que ni los EE.UU. pueden costearlas. Pero lastimosamente ya hemos superado la posibilidad de una guerra industrial, guerra imposible, guerra insostenible, guerra impracticable. Ahora tendremos la misma guerra de siempre, seguirá costando vidas, sangre, y mucho dinero, pero será posible, y podrá durar cuanto lo deseen los participantes, como en Irak, Afganistán y tantos otros lugares.
            En un cuento de Ray Bradbury (Rust, oxidado, Óxido), un hombre inventa una máquina que va a destruir todo el armamento mecánico, ya que puede deshacer el metal. Un general le comenta que ese aparato no traería la paz al mundo, ya que la gente, sin tanques o ametralladoras, utilizaría sus puños y sus dientes, lo que convertiría a una guerra larga en interminable. También se podría decir que pelearían con palos y piedras, no porque ya no queda nada, sino porque están dispuestos a hacerlo. Se perdió una oportunidad, con la insostenible guerra industrial, hubo la posibilidad de paz, de llegar a un acuerdo, la perdimos. ¿Seguiremos perdiendo oportunidades como ésa? Todo parece indicar que sí.
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13 novembre 2006 1 13 /11 /novembre /2006 10:55
            Cuando introdujeron en la tierra un buen par de presas del sabroso pollo al espiedo que la abuela había traído, yo sinceramente manifesté mi indignación, enojado; aunque en voz baja, intervine: “Pero ¿para qué están enterrando esas presas?, ¿porqué están haciendo eso?” Mi madre me hizo callar con algún sonido sin significado, pero mi molestia permaneció. La tierra no come, al menos no come pollo al espiedo, si lo hiciese ya nos habríamos enterado hace buen tiempo. La tierra no tenía hambre, yo sí tenía hambre. Supongo que mi leve colerina se acabó ni bien me dieron un buen pedazo de pollo. Previamente, incluso recuerdo que casi me saco algo del pollo, antes de que lo entierren, siquiera hice el ademán, y mi abuela me mandó a otro lado, con un firme grito sin odio. Yo tenía, por aquel entonces, 8 años, o un poco menos. Estrenábamos casa, una casa muy linda y grande, estaba aprendiendo una nueva palabra: Pachamama, y lo primero que pensé fue ‘al diablo con la pachamama’. Vaya tonterías con las que venía la abuela.

            Tal vez sería necesario aclarar que yo no tuve una educación religiosa, fui bautizado, y probablemente alguien me llevó a la iglesia antes de cumplidos los cuatro años. Probablemente. Me parece recordar, difuso, difuso. Antes de mis cuatro, también, dibuje un brontosaurio (antes de que el animal fuese rebautizado como apatosaurio, o sea allá por los años 70’s) detrás de mi cama. Es probable que aprendiese la palabra trilobite antes que Adán o Eva. Debido a que existía una hermosa colección de libros sobre ciencias naturales, palabras como homo sapiens sapiens, australopitecus, y el pillastre, homo habilis, me acompañaron durante mi niñez, desde los 4-5 años. La religión fue algo que yo encontré en el  establecimiento escolar, con la reprimida hostilidad anti-religiosa de mi madre como trasfondo. Las personas religiosas podrán decir que yo tuve una educación ‘atea’, pero como yo no soy una de ellas, pues digo que tuve una educación ‘racional’, lo que conlleva un contexto completamente distinto.
            Para mí, dios, dioses, Eva y Adán, eran cosas que estaban en el colegio, no sé si creía en algo en ese entonces (7-8 años), supongo que no se puede filosofar mucho a esa edad, no recuerdo haberlo hecho, pero se podría creer que era uno más, un creyente en algo, alguien con fe, en alguna o cualquier tontería. Cuando yo tenía, más o menos esa edad, a mi madre le vino un ataque de volver a sus raíces, volver a la fe, ya que hasta entonces, ella y mi padre, habían sido, podemos decirlo, agnósticos, o sea: casi ateos. Entre los 9-11 años, mi madre, a mi y a mi hermano, nos introdujo en un extraño culto, sin orgías, sin sacrificios, y sin tele. La tele quemaba la hipófisis, y la hipófisis era un centro de aquellos que te permitían ‘contactarte con dios’ (¡En serio! Ojala fuesen broma todas estas tonterías. No, son reales). Entre mis 9-11 años, se podría decir que yo veía televisión con culpa, como pecado. Ver tele a esa edad, vendría a ser el equivalente a desear mujeres casadas o con novio, años más tarde (ahora es esa compulsiva manía de adquirir armas de destrucción masiva, ¿porqué, porqué me persigue la culpa?).
            También a esa edad, a mi madre (querida, muy querida, pero chau pichu en otros aspectos) se le ocurrió comenzar un negocito, así que, por algunas tardes o mañanas, yo era explotado cual niño pakistaní, aunque por muchísimo menos tiempo. No importaba, a esa edad uno no tiene noción de proporción y es completamente egocéntrico (¿porqué me rompí la uña?, ¿no podía caer un asteroide en la China en vez de que yo me rompa la uña?, ¿porqué dios me castiga tanto? Así fue, y después vendrían la varicela, la viruela, el sarampión). Además, la explotación de un segundo ya es suficiente para generar delirios de mártir, yo, trabajando esporádicas tardes o mañanas, y cristo, crucificado por los malos. Dos mártires. Entre los 11 y los 13 años, yo no sólo veía los Transformers, también me estaba revelando contra mi madre. Probablemente fue mi hermano el que lideró esta confusa insurrección en contra del fundamentalismo maternal, yo fui feliz comparsa. Recuerdo llantos, discusiones, y esas cosas, pero ya no muy bien de qué se trataban. A partir de entonces comencé a ver más tele. Si mi madre deseaba hacer algo con su religión, pues lo hacía sola. Sí, yo podía correr a refugiarme en mi padre, hasta el día de hoy un agnóstico. Qué ingenuo.
            ¿Se puede ser rebelde a los 11-13 años? No lo sé, lo que sí sé es que, como mínimo, yo era latoso, desde siempre, o casi. Pero ahora lo era por una razón más. En Bolivia prácticamente no existe un colegio particular que no sea confesional, y si asistes al colegio público eres pobre, yo no lo era, así que asistía a un colegio religioso, como todo el mundo. En intermedio (11- 14 años) no tuve ninguna fijación particular en contra de la religión, a partir de medio, sí (14-15 pa’ adelante). Si era algo idiota darle de comer a la tierra (sobretodo un par de sabrosas presas de pollo), o prohibirle la televisión a alguien por alguna ridícula razón, pues también eran idiotas todas esas tonterías que te enseñaban respecto a dios en el colegio. Desde los 15 yo tuve problemas en las clases de religión. En tercero fui a desquite en la materia. Como era una materia idiota, y tenía que hacer un ensayo, o algo así, sobre ‘El éxodo’, que para los que no saben es el segundo libro de la Biblia, pues lo deje todo para el último momento. Mi padre se molestó por mi ‘torpeza’ de ir a desquite en ‘esa’ materia, pero ¿qué podía hacer? Yo era fruto de su educación y esas cosas. Leí el éxodo, de principio a fin, ¿alguien lo hizo? Había visto “Los diez mandamientos” (Como si alguien pudiese evitarlo, en país pirata y católico, con la bendita semana santa. “Ben hur”, “Los diez mandamientos”, “Ben Hur”, “Los diez mandamientos”, etc. Y cada año), dirigida por Cecil B. DeMille, con Charlton Heston y Yul Brynner, había visto cómo se abría el mar para dejar pasar a los hebreos, uuuuu, y nada de eso había en el éxodo. Leer el libro y ver la peli me hizo comprender lo que quería decir ‘adaptación’. El libro era una peste, dios aquí, dios allá, ¿dónde diablos estaba toda la acción? En hollywood, claro está. Que capos esos muchachos. Leído el texto yo comencé a ponerme nervioso, no tenía ni idea de qué iba a decir en el ensayo, o algo así, que era el examen de mi desquite. ¿Qué podía yo decir? ¿Qué?
            Entregué el ensayo con muchas dudas, yo sólo había alabado a dios, basándome en el texto. Ya saben: que yavé es grande, que yavé es único, que yavé cumple sus promesas, que yavé es el más grande dios. Yavé, yavé. No mencioné que dios todopoderoso tardó 300 años en liberar a su pueblo, ni que lo hiciese de manera poco sutil, y sin escatimar en efectos especiales. No sé cuándo tenían que darme la nota, cuántos días después de entregado el trabajo, pero recuerdo que ese día fui muy nervioso al colegio, fui preparado para traer a mi madre, que odiaba un poco a las monjas desde su extraño culto sin sacrificios humanos, fui preparado para gritar a voz en cuello que era una graaan injusticia aplazar a alguien por ser un tantito hostil a la religión. Fui a llorar, fui a gritar, fui con miedo, fui con furia. Me encontré con la profesora de religión, y con toda la hostilidad de la que es capaz un joven de 16 años con buena educación, le pregunté: ‘¿Qué nota tengo?’ y, mientras elucubraba los terribles insultos que derramaría sobre esa ‘vieja bruja’, ‘engendro de los infiernos’, ‘porqué no se consigue un trabajo de verdad’, ‘Ah, sí, y tú mamá también’, ‘sólo te quiere dios’, ‘cristo murió por ti, pero de ésta no te libras’, y me dijo que tenía 60 puntos, 60 sobre 70; que es la nota máxima. Sesenta puntos. Se me atragantó un ‘gracias’ en la garganta, que tardó en salir, atascada su imprevista presencia por todos los insultos que había imaginado. Ahí comprendí lo que era un coitus interruptus, que te preparas para que salga, y no puede salir, porque no debe salir como era este caso, o porque llegó su papá, que es el caso en general. El resto del día yo estuve en estado de ‘algo’, mientras la alegría de haber pasado se mezclaba con toda es bronca acumulada por temor al fracaso, el resultado fue una sopa de líquidos corporales que confundieron mucho mi cabecita.
            Yo no creo en dios desde mis 14 años. Así, tal cual. Es que yo, a diferencia de algunos, sé un poco de astronomía y me inventé un montón de psicología. Entonces, pues, no es tan difícil. El razonamiento puede resumirse como sigue: La tierra tiene un diámetro de 12 mil kilómetros; Júpiter tiene un diámetro de 140 mil kilómetros; el sol, un millón 300 mil km. (y el sol es una estrella amarilla, chiquita); la Vía Láctea, nuestra galaxia, tiene entre 200 y 400 millardos de estrellas, más grandes o más chicas que nuestro lindo solcito; el universo visible tiene más de 100 millardos de galaxias, pero no estamos seguros, ya que el asunto es tan grande que no distinguimos una galaxia de un mega-apiñado de galaxias, también, algunos mega-apiñados están a 78 millardos de años luz, lo que equivale a unos 737,936,976,861,240,000,000,000 kilómetros de distancia, metritos más, metritos menos (¿Na’ más?, por ahí me equivoqué con los números). Y el creador de tooooodo eso, el creador de todas esas estrellas con mundos a su alrededor, el creador de cada grano de arena (y sabiendo que hay más estrellas en la galaxia que granos de arena en el planeta, y más galaxias en el universo que estrellas en nuestra galaxia), ese creador te quiere a ti. A vos. Vos eres su queridito. Yo me hice esa pregunta a los 14 años, y mi respuesta fue que ‘ni c******’.
            En ningún mito o tradición, existe algún dios creador del universo, como máximo es creador de ese ombligo que llamamos planeta tierra, con una difusa o nula consciencia del resto. No sé cuándo comencé a hacerme preguntas sistemáticas respecto a este asunto. Probablemente a los 15 años, ya que yo tenía esa edad cuando cayó la Unión Soviética, 1991, y yo era un simpatizante de ese régimen, claro, era un estúpido, pero se puede ser un estúpido a esa edad. Se perdona. Yo me perdono. Se lo perdono a cualquiera, pero yo superé esa etapa. En cambio, otros. El piso de mi concepción de mundo había sido retirado, ya no había un poderoso país que apoyara mi conquista del planeta mientras repartía justicia a diestra y siniestra, comenzando por mí (a los 19, hablando con un trosko incestuoso, descubrí que yo no había sido nunca un verdadero socialista. Así que tampoco resulté ser tan estúpido, ni a los 15 años). Mi palacio de la revolución, humo; mi magnífica capital de la revolución, humo; mi harem de revolucionarias liberales, humo, o, pero aún, con otros. El Che Bobaba iba a ser una lunita marciana a mi lado, iba a tener más amantes que Mao Zedong, cuando todavía se llamaba Mao Tse Tung (y la pirámide de Kufu era de Keops, uuuf, como pasa el tiempo para las pirámides), pero no iba a tener tantos hijos como él. ¡Un millardo! Se pasó de c***** ese ratón poblador. Eso ya es un crimen. Yo iba a traer, por fin, paz a este mundo: Ro-dri, Ro-dri, Ro-dri. Y, zas, viene Yeltsin y destruye MI Unión Soviética. Habrase visto. Caray. Desde entonces sólo puedo conquistar países en Total War ™, pero yo sé en mi corazón de primate superior que no es lo mismo. Suspirote.
            Volviendo al tema, en cualquier caso, a partir de los 15 mi naturaleza neurótica (afección muy común en la humanidad, en mayor o menor grado) se exhibió en plenitud. Había internalizado una máxima antes de que ésta fuese apropiada por Apple Computers: Desafíalo todo (Challenge everything – que copyright y bla, bla, bla). Supongo que lo primero que abordé fue la religión, de ahí mi hostilidad a la materia y mis problemas con la misma, después, al encontrarme con el troskin (19), comencé a atacar la política, y a la izquierda, ¿sabían ustedes que estaba, tan, pero tan enferma? ¿Cuándo comencé a sistematizar mis ataques a todo? Ya no recuerdo, sé que sistematicé algunos, hace ya demasiado tiempo. Si bien todo lo que se puede decir de la mala izquierda ya lo dijo Popper, no he leído hasta el día de hoy un libro que hable sobre la religión en general, no me pareció necesario. Era tan obvio. Nunca abordé el tema sistemáticamente, eso sí. Estaba perdido en la carrera de Economía, que me encanta, pero no es para mí, yo quería hacer oootras cosas. Sufría de depresión (de los 18 a los 22. Ah, y vean el significado de ese malestar, no es lo que la gente cree, es desánimo, no encontrarle chiste a nada, eso es depresión. No es estar triste), confusión, y otros problemas. Tenía prioridades, dioses y diosas podían esperar. Y todo eso ya pasó, ahora tengo 30. Saltemos, pues, a las conclusiones. (El conjunto, si es original, es mío, pero las ideas ya provienen de un montón de fuentes, tantas que ya no recuerdo quienes son)
            El ser humano es una criatura creativo-lógico neurótica con siete sentidos, como todo animal superior, cinco físicos y dos mentales; lógica y memoria. La lógica humana es muy superior a la del resto de las criaturas, lo que le permitió ser el depredador supremo; a pesar de lo poco dotado en comparación con los felinos, y otros primates. Su naturaleza lógica le hizo explicarse el mundo, la realidad cotidiana, pensando en sí mismo—como un niño—de base. Así, los primeros Homo Sapiens Sapiens otorgaron ‘humanidad’ a todo lo que les rodeaba, esto se llama animismo, que las cosas están vivas (la deducción, es lógica, los animales están vivos, como uno, los árboles también, el clima, tiene esos cambios, invierno, verano, parece vivir, como uno, envejecer, como uno, renovarse, como la humanidad, etc.). La perennidad de las grandes piedras, las montañas, son las únicas que desafían esta lógica de vida, lo interesante del asunto es que si están vivas, pues viven por muuuchos tiempo, así que el ser humano primitivo, pues se decidió a adorarlas (en culturas primitivas hay un gran respeto por las grandes piedras). A partir de esta explicación del entorno se generan historias. Si hay una criatura en las nubes, ¿qué pasa cuando hay rayos? La criatura se ha enojado, ¿porqué? Porque hace mucho, mucho tiempo, el habitante de las nubes era Júpiter, y cuando Júpiter… Entonces, cuando comienzan a generarse historias, se ingresa en la etapa mitológica de la explicación del entorno, que básicamente consiste en ociosear sobre una macro-narrativa, como hoy hace la gente sobre “La guerra de las galaxias”, “El señor de los anillos” o “Harry Potter”.
            El problema surge cuando la metanarrativa es tomada en serio, eso se llama teologizar, o estudiar la naturaleza de los dioses, las criaturas que habitan en esto y aquello (claro que esa explicación tan absurda no parece haber convencido a muchos, salvo en épocas de problemas. La explicación del fenómeno, el animismo, etc., va mano en mano de la búsqueda de influir en el entorno, de ahí el deseo de comunicación con, y apaciguamiento de los dioses: Sequía, hablar con dios, desastre, ¿dios, qué hemos hecho mal? Lo que desembocará en religión no es sólo una deducción lógica del orden de las cosas, también es la voluntad por influir en ese orden. El hecho de poder ‘manipular’ a los dioses, ya sea siendo bueno o sacrificando niños-ver gráfico, es moloch, es ‘otorgarnos’ poder, lo que satisface nuestra neurosis, que es estar problematizado por tener que lidiar con el ‘entorno’. ‘Entorno’ que en el ser humano implica mucho de ‘imaginario’, o convencional). De ahí que nace la religión, cuando la explicación animista se transforma en la base de un sistema social. Tanto el animismo, como la fase mitológica, ya son una psicosis, esto es una división entre la realidad y el ser humano. O sea: el ser humano comienza a lidiar con una realidad que no existe, ya es creación pura, y suya. Cuando no quieres abandonar tu valle por que en las montañas viven ninfas de hielo que devoran a los hombres, pues haz reaccionado y tomado una decisión basada en una realidad ficticia, o sea: psicótica.
            La búsqueda de una mejor descripción del entorno entonces se divide entre el camino de la filosofía, que culminará en el pensamiento científico; sin importar cuan falible todavía sea, y la religión monoteísta, que es 100% psicosis. La religión monoteísta la fundó, todo parece indicar, un ocioso adorador de Ra, en Heliopolis, una ciudad egipcia. Como la clase sacerdotal no tenía mucho que hacer; y entonces no había tele, ni prohibiciones para verla, se dedicaban a la teología, y la egipcia se caracterizaba por tener tríadas, esto es dioses en grupos de tres (y todo esto tiene que ver con nuestra asociación casi genética con el número tres, y lo fácil que es asociar de tres en tres, ejemplo: muerte, asociada con vejez y enfermedad, etc), así había el Ra del día, el Ra del mediodía, y el Ra del atardecer, respectivamente Kjepri, Ra o Re, y Atum; pueden pronunciarlo como les venga en gana, es lengua muerta. Bueno, 2300 a.C. a un sacerdote, después de muchos días y días de pensar y pensar, se le iluminó el cerebro y dedujo algo. Corriendo fue donde el director del establecimiento y le dijo: ‘Maestro, maestro, he deducido algo, algo de descomunal importancia. Kjepri, Ra y Atum son UNO sólo, uno’. El maestro, sacerdote principal del templo de Ra, le miró fijamente a los ojos y asintió, ‘Eso es verdad’, le respondió, ‘y tiene que ser un secreto de la orden, o qué cuernos quieres hacer con todos los otros templos’. En el Egipto antiguo había miles de miles de templos, alimentando a más miles de sacerdotes, escribas, y etc. Pero la prudencia no duró mucho, mil años más tarde, un clérigo de Atum logró convencer a Amenofis III de que había un solo dios, Atón, o el disco solar, tres en uno. Su hijo, resultó un tronadito de la religión, y se cambió el nombre de Amenofis, a Ajenatón, esto es ‘el servidor de Atón’, suena familiar ese nombre, ¿no? Él tenía la respuesta a la pregunta que formulara el maestro en la apócrifa historia que les conté (es que nadie me hace creer que no se dieran cuenta en un tris). ‘Al diablo con todos’, dijo Ajenatón, y durante su vida no hubo quien le lleve la contra. El dios único, creador de todo, aunque ese todo sea sólo el todo que se ve, es la culminación de la explicación lógica psicótica iniciada con el animismo. Ese dios inmaterial, abstracto, fue mucho más difícil de rechazar que los absurdos previos, consolidados en la mitología u omnipresentes en el comportamiento del animismo. De ahí la fuerza de las religiones monoteístas.
            Eso es todo lo que yo tengo que decir respecto a la religión. Un proceso, una manera necesaria, para el hombre primitivo, de explicarse su entorno. Uno de los muchos procesos psicóticos que afectan al ser humano, y no el único que afecta a su sociedad.

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29 octobre 2006 7 29 /10 /octobre /2006 23:25

            ¿Por qué no? ¿Por qué no mejorar un poco nuestra realidad?, ¿por qué no buscar vivir mejor? Tender un puente entre nuestra situación actual, ya sea personal o colectiva, y una situación mejorada, siempre se podrá considerar como una empresa que vale la pena, algo que debe hacerse. Debido a que el ser humano es una criatura que vive en colectividad, el mejorar la condición de la sociedad en sí todavía se considera el fin último de cualquier líder, o de la burocracia que detente el liderazgo. Lo expuesto, a grandes rasgos, es la idea de ‘progreso’, y no sólo en su concepción actual. Tal vez hoy, la idea de ‘mejora’, para algunos, implique un televisor más grande, o dos autos en vez de uno. Para los antiguos griegos podría haber significado más fuerza (preocupación de la Grecia clásica), o un mejor gobierno (una de las preocupaciones de Platón). Las múltiples fracturas de la unidad cultural contemporánea permiten una enorme cantidad de visiones al respecto, pero; aunque para unos signifique menos autos y más naturaleza, y para otros quiera decir tecnología de punta, ‘mejorar’ sigue siendo uno de los nortes de la sociedad en el mundo entero.

            Han cambiado nuestras aspiraciones, han cambiado nuestros métodos, nuestra tecnología, nuestras ideas, ha cambiado mucho desde los principios de la historia, pero el impulso ha permanecido entre nosotros, todos queremos mejorar. Genial, hagámoslo pues. Pero que de algo sirvan las experiencias del pasado y los fracasos del presente. Somos un mundo con problemas, muchos problemas. Para consuelo de los países pobres, los países ricos también tienen problemas, para consuelo de los países ricos, los pobres tienen muchísimos más problemas. Para enfrentar cualquier problema, debemos apelar a una solución. La ciencia es la que más éxito ha tenido a la hora de mejorar nuestras vidas, no sólo por la tecnología que ha sido capaz de inventar desde el Siglo XIX, sino también por los logros que alcanzara en tiempo muy antiguos, ya que la búsqueda racional de soluciones puede generalizarse como ‘conducta científica’ (que no lo es todo en la vida, ojo), y fue esa actitud, más la infaltable imaginación, la que permitiese el tallado de la piedra, el aprovechamiento de las pieles de animales, el uso de los metales, el descubrimiento de la agricultura, la construcción de ciudades, y un muy extenso etcétera.

            No voy a mencionar todos los errores achacados a una supuesta ‘actitud racional’, ya que son demasiados. Valga, simplemente, decir que el ser humano posee un conjunto de sentidos fisiológicos, y dos mentales (lógica y memoria), de los que debe servirse para enfrentar cualquier problema, el utilizarlos sería equivalente de racionalidad. La racionalidad, la referencia a una realidad que existe en común; no una construcción teórica, no una ilusión religiosa, es el único punto de vista que puede crear un consenso siquiera sobre el problema en cuestión. El problema surge a la hora de las respuestas, ya que la mentalidad carente de rigor, el dogmatismo teórico, las fantasías de tal o cual fe, han atacado, dañado y deformado la racionalidad promedio, casi destruido un sano sentido común. Todo es según tal o cual, lo que ya de por sí es falso, todo es como es, y se puede ignorar la opinión de tal o cual, a menos que describa correctamente aquello que es.

            Problemas mayores surgen con los que no sólo abogan, sino que están convencidos, de otras realidades, fantasiosas como la de un ser supremo que te ama, o aparentemente más reales; en el fondo no menos ficticias, como rebuscadas conspiraciones de poder que involucran aviones controlados y demolición ‘voluntaria’ de las Torres Gemelas. En el reciente IV encuentro iberoamericano de escritores, organizado por la Fundación Simón I. Patiño, Santiago Roncagliolo, en una muy elocuente exposición (frag.)(sin ningún apoyo escrito, lo dije y se lo repito, me saco el sombrero. Expresión, claro, ya que no uso sombrero) sugirió, por buenas razones y sinceros sentimientos, una renuncia a las metaverdades, se refería, entre otras, a las simplificaciones de imbecilistas (véase entrada previa en esta bitácora) o de la derecha. La prudente posición de Roncagliolo sería mucho más positiva si fuese compartida por más (y el MAS). Santiago, que declaró buscar un mundo mejor, o algo así, renunció a la defensa a ultranza de posiciones ideológicas, y prefirió el camino del testigo, del ojo que observa y comunica su visión al resto de la sociedad. Un excelente y comunicador camino, al mejor estilo de lo sugerido por Habermas, pero poco útil en la discusión política.

            Todos buscamos progresar, aunque difiramos en las dianas que buscamos atinar. La búsqueda de un consenso, de una realidad referente para uno y otro bando (ya que siempre hay uno y otro bando), el camino de la conciliación se puede mencionar filosóficamente, artísticamente, pero cuan inaplicable aparece en otras arenas más prácticas. Ejemplo: Osama, ¿no crees que te equivocas?, Fidel, ¿no crees que te equivocas?, Chávez, ¿ídem?, Kim il Jung, ¿no crees que has fracasado? Si Osama no se equivoca, pues nos iremos al infierno (los no musulmanes, los musulmanes liberales, y peor los no religiosos), directo a la guejena. A los otros ya ni los menciono. El problema de una posición racionalista en la búsqueda del progreso, de un mundo mejor, es que se choca, al infinito, con descripciones de mundos ficticios, y realidades inexistentes, posiciones desde las que la reconciliación o la posibilidad de consenso, se pierden hasta anular su posibilidad. ¿Es necesario mencionar ejemplos? Valga uno cercano, en Bolivia, la actitud del MAS en la Constituyente (algunos dirán que la intransigencia es de los otros, sigue siendo lo mismo, la imposibilidad de encontrar terreno común, una concertación).

            Y ¿qué queda? Desde el racionalismo creemos en la realidad objetiva—y sí, estamos en minoría, sólo queda repetir descripciones, para que esa realidad vaya ganando adeptos, con la esperanza de que alcanzar las dianas ya no implique destruir a todas las personas que se encuentran entre tu persona y ese objetivo. Todos buscamos el progreso, yo también, renunciemos a ser dianas de unos y otros. Vanas esperanzas, falsas esperanzas, pero ¿qué más nos queda?

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21 octobre 2006 6 21 /10 /octobre /2006 22:18

            Lastimosamente a Carlos Imbécil no se le ocurrió una carrera más productiva que la de filósofo de pacotilla. Cualquiera diría que ese futuro no atraería a nadie, pero Carlos era un burro con impulso, creía tener la razón, y como buen loco no había quién lo convenza de lo contrario, además están los otros brutos, siempre dispuestos a seguir a cualquiera que aparente saber por dónde está yendo y se muestre seguro de su confusión. Así, Carlos pronto encontró un pegote llamado Federico.

            Imbécil estudió leyes y filosofía, para graduarse como doctor en la materia en 1841, en Berlín. En su caso se trataba más de una ironía, ya que él, en verdad, era un enfermador de la filosofía. No pudo ser profesor, ni ayuco, así que se dedicó al amarillismo en un periódico opositor al gobierno. El panfleto fue clausurado en 1843, por lo que Carlacho tuvo que irse con sus disparates a otra parte. En París, el burro se tornó socialista, y su influencia en esta ya de por sí débil arena intelectual llegó a ser tal que desde Carlos Imbécil, el socialismo fue imbécil, ya más de lo que era antes, y en gran medida debido a él y su pegote. La vida de Carlos transcurrió entre fracasos, malas obras, y el mendigar que caracterizaría en el futuro a esta rama contrahecha de la confusión humana.

            Las ideas de Imbécil eran una profana mezcla de economicismo, historicismo, cristianismo bizarro, y todo salpicado con hegelianismo porquería. Las ideas de este tío estaban destinadas a la cloaca intelectual humana[1], pero en una humanidad que colectivamente no sabe contar hasta diez, pues no tendría que extrañarnos que con el paso del tiempo lograra obtener muchos seguidores. Al igual que Marat, en su tiempo, Imbécil tenía talento para largar diatribas, o copiarlas, una de sus más famosas, precisamente, le pertenece al francés: “Los proletarios no tienen nada que perder salvo sus cadenas”. Histérico de nacimiento, con mucha más sensibilidad que raciocinio, Carlos proclamaba el próximo fin del mundo desde que aprendiese las palabras ‘fin’ y ‘mundo’. Como el escándalo tiene audiencia, ayer en el XIX u hoy en el XXI, su obra logró sobrevivir hasta nuestros días. Carlos murió enfermo, pobre, tras engañar a su esposa con la empleada, endeudado ad eternum de su amigo, atragantado en su propio veneno, un 14 de marzo de 1883.

            Maniáticos del poder mesiánico, mentes criminales hambrientas de poder se enamoraron de las cientificistas ideas de Imbécil, así nació el imbecilismo. La idea era muy fácil: todo está mal, todo se irá al demonio. Véanlo ya se acaba, se acaba a la un, se acaba a las do’, se acaba ya, prontito, prontito. Como todo estaba mal, cualquiera podía erigirse en profeta de la-mayor-cantidad-de-gente-posible y llevar a todos esos ingenuos al paraíso. Sí, sí. Imbécil se ufanaba de ser racional y científico, pero creía en el paraíso, donde ya no habrían ‘contradicciones’ (lo que en jerga imbecilista quiere decir: todos seríamos buenos, y por ende, felices). El paraíso es siempre atractivo, teniendo en cuenta lo limitada de la vida del ser humano y que difícilmente podremos satisfacer todos nuestros deseos. Promoviendo el paraíso, Imbécil aseguraba audiencia, a sí mismo y a sus seguidores. Pero hay un límite a lo que el público; exceptuando a los más duros fanáticos, está dispuesto a hacer, por lo que Imbécil necesitaba, y encontró, un demonio, un Satán (shaitan viene del árabe, quiere decir adversario).

            Si alguna religión consideraba pecado el mirar lascivamente a una voluptuosa mujer que bailaba una carnal danza de primavera, pues el imbecilismo consideraba pecado la sola idea de hacer un buen negocio. ¿Escribir una novela para ganar dinero?, ¿ser supermodelo para que te paguen millones por publicidad?, ¿sacar plata de una mina de plata y venderla?, ¿vender petróleo?, ¿gas? Pecado, pecado, todo pecado. Su gran demonio era ‘el capital’ (por lo que su principal obra teórica se llamaba, en otras palabras, ‘el demonio’), que te dominaba y se apoderaba de ti, obligándote a explotar a otros seres humanos. La personas no tienen voluntad dentro del imbecilismo, sólo hacen lo que el demonio quiere que hagan, y son obligados a ser malvaditos. Sólo se podía ganar dinero explotando, decía Imbécil, y explotar era un acto del capital, del demonio.

            Con el paraíso por delante, y con el demonio por detrás, en una realidad descrita como el infierno destinado a desaparecer, Imbécil había confabulado una irrisoria narrativa donde sólo era necesario caminar para llegar al perfecto destino. Fácil, demasiado fácil, nada más perfecto para las mentes poco rigurosas, o los sensiblones ansiosos. Todo está mal, todo es sufrimiento, ¿quién no desearía abandonar eso? Todos, pero como es un cuento, y sólo los muy volubles de mente se lo toman en serio, pues sólo esos, el público objetivo, estuvieron dispuestos a renunciar al infierno de sus fantasías teóricas. Siendo los seguidores del imbecilismo los equivalentes filosóficos de los trekkies (fanáticos de ‘Viaje a las Estrellas’, solitarios, sensiblones, ingenuos, ensimismados, fantasiosos), son igualmente fáciles de identificar. Tienen todo en común, con la excepción de que los trekkies no son peligrosos, los imbecilistas sí.

            Como el imbecilismo no tiene la más mínima noción de economía, todos los gobiernos imbecilistas (sí, los hubo y los hay) quebraron sin misericordia, y sólo fueron capaces de obtener recursos explotando a la naturaleza (recursos naturales en la ex-URSS, prostituyéndose, en la actual Cuba). Como el demonio está en todas partes, todos ellos se sintieron en la libertad de asesinar a diestra y siniestra (2 millones, Cambodia; 60 millones, URSS[2] ; y un triste etcétera). Como la opción es el infierno, dictadores se prolongaron, y prolongan, en el paraíso. Se podría creer que el imbecilismo habría sido finalmente derrotado, siendo su fracaso tan patente, a nivel político, económico y social, pero las religiones, hasta las más imbéciles, no tienen que ver con la razón, son actos de fe. Sugiero: no creer.


[1] Mathew Stewart, en su libro “La verdad sobre todo”, hace, precisamente, esta observación.

[2] Esto según información de Alexander Solzhenitsin.

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16 octobre 2006 1 16 /10 /octobre /2006 15:21

            Como no soy muy buen fechero, pues me olvidé que el miércoles pasado era el día de la mujer, pa’ celebrar tan, tan importante ocasión decidí unirme a la celebración; aunque algo tarde, trayéndoles una reducida lista de mujeres que merecen un aplauso por alguna razón. Pueden servir de ejemplo, pero también son una invitación a conocer más de su obra, o de esa obra. Todos los hombres queremos a las mujeres, incluso los homosexuales quieren a sus madres y a sus amigas, los heterosexuales, ni hablar. ¡Vivan las mujeres! No sólo el miércoles o el jueves, sino todos los días. (Faltan miles en esta lista, pero espero se animen a buscar más, de la categoría que deseen, sin contar que faltan muchas categorías: Científicas, santas, académicas, etc.)

Autoras
Comencemos por una de las más grandes mentes creativas del planeta tierra: J. K. Rowling. Ahora, un brincote hacia atrás para encontrarnos con Virginia Woolf, una pionera de la literatura vanguardista de la pasada centuria, y una de las autoras más consagradas del siglo XX. A mí me han hablado muy bien de las argentinas Alejandra Pizarnik, y Angélica Gorodischer. Angélica escribió inicialmente mucha ciencia ficción, al punto de recibir las felicitaciones de, y escribir un libro con, Ursula K. Le Guin, uno de los nombres más importantes de la ciencia ficción mundial. Respecto a Ursula, la tipa es medio izquierdosa (y mística de paso, mmm), lo que debemos lamentarlo, pero su prosa es magnífica, al igual que el de otra izquierdosa, ésta más militante que Ursula, Susan Sontag, que tenía un lindo corazón, aunque fuese una tronada a la hora de las ideas. Y si alguien tiene tiempo pa’ leer un estudio, ahí está el de Hanna Arendt, sobre el totalitarismo, una referencia obligada sobre el tema (yo perdí mi libro, pucha). También llegan rumorsotes sobre Clarice Lispector (aquí una nota de Edmundo sobre ella). Y quién, en Bolivia, no ha oído siquiera un poco de Adela Zamudio, inteligente, atractiva, tenía una buena prosa y una buena cabeza. Marguerite Yourcenar, que escribió Opus Nigrum y Las memorias de Adriano. Y Elfriede Jelinek escribió un conmovedor artículo. George Sand, sentida. Sin olvidar mencionar a Murasaki Shikibu, que escribió la primera novela del mundo, japonesa, maravillosa, increíble capacidad para dar voces, siglo XI dicen. Como volvimos al pasado, no olvidar que la poesía occidental casi comienza con Safo. Hay más, muchas más, recomiendo buscar. Ah, no lo leí pero me gustó la peli, “La casa de los espíritus” de Isabel Allende.

Cantantes
Si bien tiene un timbre de voz que se puede tornar poco agradable en ciertas notas, Nelly Furtado sigue siendo una talentosa cantautora. Siguiendo, rara vez tanto talento pudieron juntarse con una perfección física tan impresionante, esa es Avril Lavigne. Ahora viene otra joven: Cheyenne Kimball. Hillary Duff tiene un par de canciones poperas que se me antojan muy agradables. Edith Piaf fue muy famosa en su tiempo, y hay un gran número de cantantes de Jazz, pero no me gusta mucho este género de música así que no las conozco, pero sé que están ahí. Se puede decir mucho en contra de Madonna, mas sigue siendo un ejemplo de voluntad y habilidad innata para manejar los medios de comunicación. Sufrida, sentida, Janis Joplin murió por un lío de drogas, nos legó su voz. Hablando de voces, vaya con la María Callas. Dolores O’Riordan de los 'Cranberries', Shirley Manson de 'Garbage', tuvieron mucho peso en sus respectivas agrupaciones. Al igual que Debbie Harry, bautizaron a la banda 'Blondie' (rubiecita) por algo, ¿no? Recuerden todo lo mencionado sólo es la punta del iceberg, en cualquier categoría. 

Actrices
Si comienzo a hacer un recorrido por todas las buenas actrices del cine y las interesantes películas que hicieron, como es un poco más mi área, pues no termino nunca, por lo que sólo mencionaré algunas. Sigourney Weaver que podría haberse quedado en papeles de chica ruda, pero supo dirigir su carrera, con muchos filmes meritorios en su currículum. Meryl Streep llegó a ser una actriz tan buena que a las demás sólo les quedaba esperar por su embarazo para obtener un buen papel, ella tiene cuatro hijos, y más de treinta películas. Jodie Foster, no podía faltar. Uma Thurman, no sólo una mujer bonita. Dakota Fanning es apenas una chiquilla y ya se codeó con todos los/las grandes y famosos. Jodelle Ferland, de “Silent Hill”, resultó ser toda una veterana a los 7- 8 años. Emma Thompson siempre supo darle categoría a cualquier papel. Jennifer Connelly, comenzó muy temprano, tuvo problemas, tiene varias buenas películas, hace poco actuó en una película cuya versión japonesa es excelente, “Aguas Negras”. Tampoco podrán evitar encontrarse con alguna de las siguientes, no pudieron evitar hacer alguna mala película, pero no todas lo fueron: Susan Sarandon, Demi Moore, Kate Winslet, Christina Ricci y Drew Barrymore. No sólo tiene un rostro perfecto, fotográficamente hablando, geometría perfecta, también hizo muchas buenas pelis, me refiero a Winona Ryder. No olvidar a Nicole Kidman. Y para que no digan que soy eurofobo, sino euroignorante; y, seamos sinceros, no nos perdemos de mucho (comparando con el volumen de producción, claro está, ya saben, tres golondrinas no hacen verano), no olvidaré a la francesa Audrey Tatou. Poniéndome internacionalista, una representante de Asia, una de las mujeres más bellas del planeta, Zhang Ziyi, si la ven los extraterrestres, nos invaden para secuestrarla.

Líderes
O sea: políticas, ya que hay una sección de guerreras. Sí, guerreras. Aquí medio que faltan, pero el final de la guerra fría no habría sido el final sin Margaret Thatcher. Dicen que sus manos se mancharon en corrupción, pero Benazir Bhutto y Corazón Aquino llegaron a gobernar su respectivo país, Pakistán y Filipinas. Violeta Chamarro derrotó al partido Sandinista en una elección, ayudando a Nicaragua a ingresar en la democracia (Democracia, sí, corrupta. Sí, ineficiente. Sí, pero lo anterior no era mejor). En este momento hay una mujer presidenta en África, continente que se caracteriza por su machismo, la primera presidenta del continente, Ellen Johnson Sirleaf. También hay muchas mujeres que llegaron muy lejos en política, no lo olviden. Mirando al pasado, pues estaría Hatshepsut, reina de Egipto, muy cerca del principio. Y no olviden todas las otras reinas. 

Guerreras
Ahí está, creo que esta colección será una sorpresa para muchas y muchos. Hubo una reina Bulgara que peleaba junto a su esposo, no encuentro su nombre, pero está ahí, búsquenla. La película de Mulan está basada en un personaje legendario, aunque la historia fue bastante diferente, Hua Mulan. Durante el período de guerras en Japón, hubo una esposa que gustaba de pelear y seguía a su marido donde fuere, incluso hasta los arcabuces del enemigo, la mataron de un tiro y él la lloró por siempre. Esta historia me viene de una película histórica japonesa, estoy casi seguro que se trata de los enfrentamientos entre Uesugi Kenshin y Takeda Shingen en Kawanakajima (busqué y busqué, no pude encontrar la referencia). El rey/gobernador era su marido, Odenato, era un momento muy confuso en la historia del mundo romano, ella tenía un lugar junto a él, como consejera, no sólo amante, tenía un temple impresionante, vengó la muerte de su marido, peleó contra el ejército romano, todavía el más poderoso del mundo. Vaya coraje, vaya cabeza, su nombre: Zenobia, reina de Palmira. En Gran Bretaña existió la reina Boadicea. No podemos olvidar a Juana de Arco, y tampoco a Juana Azurduy de Padilla. Dentro de la cultura sármata las mujeres tenían un lugar importante en la batalla, según lo narrado por Heródoto este pueblo sería una mezcla de escitas con amazonas. De seguro que son muchas más, sin contar a las reinas comunes y corrientes que dirigieron guerras por detrás, eso es otra cosa. 

Personajes
A mí siempre me simpatizó Peppermint Patty. Alicia es la confusa realidad de nuestro tiempo. Nausicaä del gran Hayao Miyazaki. Mafalda, claro. Mujer Maravilla, representando a todas las superheroínas de la historieta estadounidense. Heidi, nunca leí el libro original, yo la conozco por la serie de dibujos japonesa. Probablemente pocos conozcan a Momo, la pequeña creadora de realidades y la que nos libra de los hombres grises. De los juegos se puede hablar de Heather Morris de Silent Hill 3, alias Cheryl Mason, se encuentra inmersa en una interesante historia. De niño veía la Abejita Maya. La pequeña Lulu fue la pesadilla de los niños. La serie Alien se caracteriza por tener una heroína como personaje principal, la teniente Ellen Ripley. En la tele yo veía Xena, la princesa guerrera. Exceptuando la primera, todas personajes centrales de sus propias aventuras.

             También debería incluir algunas malas mujeres, femme fatales, ya que es ridículo poner a las mujeres en un restringido pedestal, lo malo no es bueno, pero no siempre lo bueno es bueno, a veces rebelarse es la mejor acción. A la rápida, ahí van tres: Dalila, Mata Hari, y Doña Marina (alias la Malinche), como con todo, las niñas malas son muchas, muchas más.
            A pesar de los éxitos en lo que a género respecta, la batalla contra la postergación de la mujer todavía no está ganada, hay mucha pelea por delante. Me permito recordarles a la mayoría que en este asunto, los hombres somos sus compañeros, la sociedad humana tiene dos géneros, y cuando más de la mitad de la población ve restringida su participación creativa e intelectual, pues la totalidad pierde. No es la opinión de una mujer más valiosa que la de un hombre, pero la idea correcta provendrá de una mente que funciona, y mientras más las tengan funcionando más cerca estaremos de encontrar esa idea, esa opinión, esa mente, ese liderazgo.
            Un saludo, elaborada inclinación y un abrazo. Felicidades todos los días (aunque simbólicamente por la fecha pasada).

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8 octobre 2006 7 08 /10 /octobre /2006 03:18

            Desde la explosión informativa de la red de amplitud mundial, las informaciones viajan a la velocidad con que un periodista o informante pueden teclear una nota o subir una fotografía a la red. Eso es muy rápido. Como fanático del juego ‘Silent Hill’ yo siempre he estado, por temporadas, a la caza de novedades sobre esta franquicia, que ya consta de cuatro entregas. Esta costumbre y apego a la particular belleza tenebrosa de ‘Silent’, me permitió enterarme de los planes para el filme ni bien comenzaron las conversaciones entre la productora de Christophe Gans y Samuel Hadida con Konami. Si el contrato entre ambos se firmó en 2003, la pre-producción recién comenzaría el próximo año, para su filmación el 2005, y estreno en los EE.UU el 2006. La expectativa entre los muchos seguidores de la franquicia era muy grande, como rinden testimonio los muchos foros que le dedicaron espacio al tema. Ahora el nuevo tema es la próxima entrega: 'Silent Hill 5'.

            Mi primera preocupación, tras enterarme de la noticia del filme, fue buscar más información sobre su director. Christophe Gans, francés, se dedicó al cine desde muy pequeño, un verdadero enamorado del buen cine de entretenimiento hizo lo que pocos se atrevían en Francia (una industria cinematográfica que se caracteriza por vivir de la caridad del estado), hacer películas comerciales. Su primer largometraje, “Crying Freeman”, fue la película más taquillera del año en ese país. Basada en un serial, en historieta, japonés, el filme se ganó al público, en otras cosas, por unas sorprendentes peleas muy bien coreografiadas. Pero, a pesar de toda la atención que el filme le consiguió, el éxito de “Crying Freeman” se vería opacado por su próxima película. Con “Un pacto de Lobos”, Gans ganó fama internacional, el filme fue uno de los más taquilleros no sólo en Francia, ni en los países de habla francesa, sino que llegó a las pantallas de casi todo el mundo, incluso Bolivia fue invadida por copias piratas del filme. En Europa, “Pacto de Lobos” fue un sorpresivo y gran éxito. ‘Días de cine’, el excelente programa sobre el rubro de la televisión española le dedico varios segmentos. Una interesante historia, buenas escenas de acción, hacían de “Pacto” una película de entretenimiento capaz de competir, y superar a la mayoría, de las películas de acción producidas por Hollywood, la meca del cine comercial. En ambos largormetrajes, su compañero de aventuras fue Samuel Hadida.

            Hadida, un experimentado productor de origen marroquí, se movía con igual comodidad por el circuito de producción francófono, como por los laberínticos caminos de las pequeñas productoras europeas o estadounidenses. Utilizando a Canadá como ocasional base para rodar películas como “Resident Evil 2”, o Alemania para “The rules of attraction”, Hadida tenía la experiencia y los contactos para apoyar a Gans con su más ambicioso proyecto hasta el momento: “Silent Hill”. Hadida es ese tipo de persona cuyo nombre nunca se nos antoja importante, pero resulta esencial para la realización de cualquier filme. El guión de “Silent” quedaría en manos de Roger Avary, escritor de “Killing Zoe” y “Beowulf”, entre otros. Había muchos trabajando en la crucial sección de arte: diseño de producción, Carol Spier; dirección de arte, James McAteer y Elenor Galbraith, pero todos tenían una sola instrucción, y un sólo norte: capturar la magnífica estética del juego. Supuestamente Konami estaría vigilando de cerca la producción del filme, no sólo era uno de los inversores, también deseaba asegurarse de que no estropearan la buena fama de la franquicia. Aparte de la compañía Konami, el único nombre mencionado en créditos es el de Akira Yamaoka, como productor ejecutivo, y, por supuesto, sonido original. 

            Este año, aunque sigo viendo bastante cine, y todavía encuentro gusto en visualizar una multitud de géneros, yo en verdad sólo esperé un filme: “Silent Hill”. Finales de abril era la fecha del estreno. Y era una muy importante. Si a la película le iba mal, eso repercutiría en cualquier futura adaptación del género, no sólo de los juegos electrónicos, sino también en futuras exploraciones de la magnifica idea/mundo/pretexto que es ‘Silent Hill’. Incluso si la adaptación de Gans no tuviese el menor mérito, su estropicio arruinaría cualquier futura iniciativa inspirada por el juego. Aquí vale mencionar que si bien el primer ‘Silent’ tenía una enmarañada e interesante historia, es el segundo juego el que le otorga a la franquicia un lugar entre las mejores narrativas de la década. ‘Silent 2’ utiliza el infernal mundo del juego para narrar una sentida historia de amor y culpa, a la vez que medita sobre todos los dolores culpables que destruyen a las personas. ‘Silent 2’ no es sólo un acertijo que debe resolverse, también es un crimen que se debe enfrentar. La coronación de esta obra es un personaje llamado María, nacida por un sueño. Si el filme fracasaba, Konami se la pensaría dos veces antes de aprobar cualquier otra exploración cinematográfica de la franquicia.

            Por fortuna el primer fin de semana de su estreno, la película de 50 millones de US$, fue la más taquillera, con 20 millones. “Silent” sólo llegaría a recaudar 47 millones durante su exhibición en los EE.UU., pero mercados secundarios le darían otros 48 millones, más las ventas de DVD’s, alquiler, exhibición por televisión, y otros mercados secundarios, “Silent” no sería un fantástico éxito comercial, pero no reportaría perdidas, el futuro de la franquicia, en cine, estaba asegurado. Yo colaboré comprando el DVD original, vía amazon (algo tenía que hacer, nunca pude comprarme los juegos originales, no los exportan de los USA—por suerte, ya que cuestan unos 60 US$, y me habría pesado sobre la conciencia no comprarlos, pero como no exportaban, pues ni modo).

            Gans resultó no sólo ser un eficiente director, sino también un jugador, y un fanático de ‘Silent Hill’. Cuenta la leyenda que obtuvo los derechos para hacer el filme después de enviar a Konami una grabación suya donde expresaba su admiración por el juego con tanta elocuencia que obtuvo los derechos. Yo hablaría sobre la película, pero como buen fanático, pues, me gustó. No tengo filtro cuando se trata de ‘Silent Hill’, sólo puedo invitarles a verla.

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28 septembre 2006 4 28 /09 /septembre /2006 22:34

           No me di cuenta lo divertido que era el miedo hasta que lo perdí. Siempre fui un chico impresionable, así fue. La primera vez que lloré en el cine tenía unos tres años, al chico biónico lo habían encerrado en un turril (tonel, pa’ los otros), o algo así, y arrojado al mar, la estaba pasando muy mal, y yo le pegué un empático llanto. También me afectó mucho el ser-planta de la primera versión de “La cosa” (La vi por tele), tanto que no pude ver el final, mis cinéfilos padres me contaron que terminaba bien. En ese entonces tenía cinco años. Supongo que el primer gran escándalo fue “Aliens”. Yo fui a ver una película de ciencia ficción, me gustaba la ciencia ficción, quería ver naves, viajes, otros planetas, o el nuestro en un lejano futuro. En cambio me encontré con un monstruo horroroso (no por nada Giger es un genio del surrealismo tenebroso) con ácido en vez de sangre, los había por montones y ni siquiera mataban a sus víctimas. ¿Alguien se acuerda de esa escena: “Mátenme, mátenme”? Sin olvidar que uno de los personajes era una niña, para despertar el instinto protector de los jóvenes, pero un niño de nueve años sólo podía sentir empatía. Yo no sabía manejar ametralladoras, no podía identificarme con los adultos; ahora, siquiera podría cargar con el peso de una. Aguantamos bastante, pero la familia abandonó el cine cuando los bichos comenzaron a invadir el sector de los ‘buenos’. Desde entonces, y por mucho tiempo, mis pesadillas sólo involucraban a esas criaturas, no importaba la forma, eran aliens (palabra que sólo connota extranjero/ajeno en inglés).

            Y los dramas nocturnos, de no poder concebir el sueño, porque, por ahí, cierras los ojos y zas... te duermes, y uno es bastante frágil en las pesadillas, no queremos verlas, ni ser parte de ellas. Dan miedo. Uuuh, eso sería un larga historia, y tal vez hasta creerían que soy cobarde, todo lo contrario. Pero estoy hablando de mentiras, unas que afectaban a esa parte que no puedes controlar, la fantasía. Tú no estás en la película, tú no eres el héroe. Y se vienen los bichos, y había taaaaantos bichos: Freddy Krueger, la cosa, la masa, zombis, pirañas voladoras, asesinos (el padrastro, Jason, el muñeco, etc.) y ¡“Aliens” tenía DOS películas! La fantasía era un lugar muy inseguro para un muchacho como yo, que intuía que sólo podemos crear monstruos si estos eran de verdad. (¿Qué no lo son? Jajajaja, qué ingenuos, no han oído hablar de... mejor ni les cuento. Están ahí.) Mejor no verlos.

En esos tiempos era mucho más cinéfilo que hoy, iba al cine cada vez que podía, y sucedía que, a veces, pues las películas no eran tan amigables como deberían serlo, sobretodo en matinee doble. Ah, vaya sorpresas que había ahí. Supongo que fue la costumbre la que nos llevó, a mi hermano y a mí, a ver “Día de inocentes”. Era una película de asesinatos. Cuando una de las jóvenes atrapadas en la casa lejos de la ciudad (¿les suena familiar?, ¿un tantito? A mí también) cae en un pozo, y todos los cadáveres de los amigos desaparecidos salen a la superficie, yo le dije a mi hermano, casi tres años mayor, lo que toda persona razonable de nueve/diez años le diría a otra: ‘¿nos vamos?’ La respuesta de mi hermano fue y se mantuvo negativa, a pesar del festín de asesinatos que se sucedía en la pantalla. Y no, no me iba a ir sólo, la sala estaba toda oscura. Y ya saben lo que les pasa a los niños que caminan por los sitios oscuros; claro, no iba a ser nada tan terrible como lo que Freddy hacía con los que dormían, pero podría ser algo muy, muy malo. Me quede en mi asiento, quietecito, lamentando y sufriendo un mínimo; aunque no por ello menos real, calvario personal por simples tomadas de pelo en la pantalla. Hasta que llegó el final, ¿lo adivinan? El nombre de la película era “Día de inocentes”, esto podría leerse de dos maneras: la broma/sorpresa consistía en ser asesinado, la elucubración de una mente enferma, o todo era una broma. Resultó que todo había sido falso, mentira, nadie estaba muerto. Todo fue un chistecito de día de inocentes. ¿Y la sangre? Falsa. ¿Y los cadáveres? Falsos. Y yo tuve que soportar a mi hermano, ese fue otro calvario.

Nadie nunca antes tuvo tantas razones para reírse del temor del hermanito menor en la historia de la humanidad. En el antiguo Egipto seguro que los mayores molestaban a los más jóvenes con historias del devorador, la amemait, pero, en esos tiempos llenos de superstición, seguro que él mayor también se lo creía siquiera un poco. Y en la Grecia clásica, pues estoy seguro que había muchos griegos capaces de enfrentarse a una hueste de persas que no se acercaban a ninguna cueva, por temor a escuchar el doloroso lamento de aquellos que habitan en el tártaro. Cuidado que por ahí los muertos te atrapan, intercambiando lugares, engañando a los dioses, y acabando con tu vida. En el animista Japón seguro que habría sido aterrorizado con cuentos de yurei o yokai, mas al caer la noche, al palidecer la luz del sol, estos nombres no habrían sido mencionados con tanta ligereza por los hermanos mayores. Pero en pleno siglo veinte, el hermanito menor que se asustó por la peliculita que resultó ser una broma no tenía ni las más mínima excusa, algo que Leonardo Antezana aprovechó hasta el hartazgo (Yo acuso) y sin piedad.

Hoy en día habría acudido al defensor de la niñez desamparada, en esos días no quedaba otra, creo, así que me comía la vergüenza. Porque la burla era justificada, tenía más que razón de ser, ¿acaso no había sido todo una gran farsa?, ¿acaso no había estado atemorizado por fuegos fatuos? Yo, el aventurero de la noche en mi casa en el campo, en la linde de la civilización (o sea: Cochabamba). Yo, que me enfrentaba en pantalón corto a—no una sino—una centena de hormigas. Yo, que sólo le tenía miedo a esos bichos con muchas, muchas patas, que, científicamente, está comprobado, pueden provocar reacciones químicas que duelen mucho y/o provocar problemas severos, inclusive la muerte (claro, qué se creían). Yo, el más rápido, yo, que ponía mi mano en el hormiguero (con desagradables consecuencias en más de una ocasión), había tenido un patético miedo a mentiritas. Oh, sí, esos días tuve que aguantar los chascarrillos de mi hermano, y las muchas risitas que mi impresionable naturaleza le provocaban, pero ver el final de “Día de Inocentes” tuvo otra consecuencia que sólo yo pude observar. Las películas de miedo, en verdad, provocan miedo hasta un nivel aguantable, por mucho que lo lamentes tú no estás en la pantalla y eso lo sabes muy bien. Cuando eres un buenazo como yo, puedes lamentar en mayor medida las muertes de esas personas ficticias, lo que provoca más temor (sí, también lo pueden llamar cobardía, yo me quedo con buenazo). Sin embargo, es aguantable. Tú no estás ahí, las pesadillas, en cambio, son tuyas, tú eres el protagonista y la eterna víctima de ellas, no tienes salida. Una de las razones para mi temor a las películas de miedo provenía de las pesadillas que me daban. La noche del día que vi “Día de inocentes” no tuve pesadillas.

            Internamente, desde entonces, se inició un proceso de curtido, endurecimiento, de mi tolerancia al terror inspirado por una pantalla, lo produjo un razonamiento simple, el cine es falso, ergo: toda película es, en el fondo, un “Día de de inocentes”. Esta arma intelectual me permitió ver películas que previamente no me habría atrevido a tocar. Antes de los quince yo ya había visto: “Alien”, “Aliens” completo, “La cosa” (versión de Carpenter), algunos filmes de asesinatos, alguno con un cruel monstruo, y hasta siquiera uno con comunistas. Ya podía verlo todo, si bien no me apuraba por encontrar películas de terror. A los 14/15 ya pude ‘disfrutar’ de la interminable serie de Freddy Krueger, las mediocres producciones de “Viernes 13”, “Halloween”, o “El padrastro” (Has sido un muy mal niño). Antes de cumplir 18 ya no había en la pantalla nada que pudiese asustarme. Podía ver la película de terror más asquerosa (ya que demasiados directores mediocres han confundido dar asco con dar miedo) sin siquiera inmutarme, estaba vacunado, había desarrollado resistencia, y también había perdido algo.

            Desde entonces mis pesadillas se tornaron más abstractas o más concretas, involucraban a cosas extrañas en vez de malvadas criaturas que buscaban destruirme, comerme o—¡horror de los horrores!—insertar su huevo en mí. En miiiiií. Pero ni siquiera eso me llegaba a impactar. Mis sueños tenebrosos estaban habitados por muñecas monstruosas, leones, ejércitos de mendigos o Beyoncé, bailando como en su más reciente video musical ¡Qué horror! Y qué concreto, o abstracto. Las películas ya no podían introducirse en mi mente, ya no como antes. Qué bien, qué mal. A Hollywood también debió de afectarle un proceso similar, ya que no recuerdo tantas películas de terror en los noventa, o los dosmiles, como hubo en los ochentas. ¿Me equivoco? Tal vez. “El Sexto sentido”, “Grito”, “Sé lo que hiciste el verano pasado” o “Sé que votaste por el MAS”, me provocaban risa, aunque “Sexto” tenía sus momentos, y “Votaste” no tenía remedio. No importaba, transcurrían en la pantalla y ahí se quedaban (o en Palacio). Yo, para estos años, ya estaba en mi fase de crítico de cine (1997). Ninguna película me asustaba, como máximo me ponía nerviosito, y brevemente.

            De todas las películas que viera a finales de los noventa, principios de los dosmiles, sólo hubo una que vale la pena recordar, desde mi punto de vista. Era la idea lo tenebroso de la misma, lo que provocaba temor, tenía un exceso de crueldades gráficas, mas se apoyaba en un justificado norte oscuro para molestarte, ingresar en tu mente. Los buenos estaban bien representados, en el carismático Laurence Fishburne, los malos tendrían al maleable Sam Neill. La idea era buena, salí del cine sin temblar; aunque tenso, la oscuridad exterior me saludo con sinceridad, y yo contemplé las estrellas preguntándome sobre el orden de las cosas. Por suerte no eran así. ¿No era así? “La nave del terror”, “Event Horizon” por su título en inglés, fue la única peli que me hizo recuerdo, algo y por momentos, cómo me sentía de niño al ver obras creativas de terror. El temor controlado puede ser muy saludable, sin contar que el cerebro en verdad segrega entretenidas drogas que conmueven las neuronas. El hombre que no teme tiene algo de estúpido, y si bien temer no te hace inteligente, tiene que ser inteligente la obra que sí te haga temer. Y yo buscaba esa obra, ahora que ya no era tan fácilmente impresionable, buscaba sin encontrarla. Pedazos de “La puerta al infierno”, “El resplandor”, “Event Horizon”, pedazos buenos, pero y ¿la obra de principio a fin? El resabio de pánico que circulaba por tus venas, preparándote para enfrentarte a la mente humana, para mirar por ese ojo al corazón de la oscuridad. Cerré esa ventana por mucho tiempo. Es que, más peligroso que temer, es creer que no se teme.

            Entonces, a fines del año 2000/2001, no recuerdo con exactitud, llegó a mi casa, temprano por la noche, un amigo, Omar. Había venido a compartir un juego, alguien le prestó un Playstation y deseaba mostrarme uno, un tal “Silent Hill”, o “Colina Silenciosa”. Me alegró mucho la noticia, ya que yo ya había oído hablar de él, y tenía mucha curiosidad por verlo y jugarlo, decían que era mejor que, por el entonces famoso, “Resident Evil”. Después me enteré que mi amigo me había gentilmente visitado porque no se atrevía a jugarlo sólo. Los dos ya teníamos 24/25 años, por favor. ¿Cómo resulto ser este juego? Creo que antes prefiero contarles unas historias verídicas. Había un amigo que jugaba todos los juegos, gran parte de su vida consistía en apretar los botones de los extraños mandos de las consolas. Cuando llegó “Resident Evil” él lo jugo, una vez, dos veces. Le encantó. “Resident” era un juego de horror-sobrevivencia, peleabas contra cadáveres vivos, que te acosaban por todas partes, algunas sorpresas saltaban y tú saltabas con ellas. Él también jugó “Resident 2”. Jugaba todo aquello que venía en un disco que pudiese insertar en su consola. Lo jugaba, y los jugaba otra vez si tenía tiempo, algo que no le escaseaba comúnmente (¿hablo de sus notas en la U? Mmm, mejor no). “Resident 3”, también, claro. Pero no pudo jugar “Silent Hill”. No se atrevió.

            Otro amigo se casó, muy joven, ¿20?, ¿21? No lo recuerdo. Él tenía una esposa, y una consola. El marido dormía con ella (la esposa no la consola), lado a lado, juntos, pero cuando el esposo comenzaba a jugar “Silent Hill” a ella le asustaba tanto que la primera prohibición que impusiera a su marido fue: prohibirle jugar “Silent Hill”. ¿No me creen? Años más tarde, un tercer amigo se compró “Silent Hill 2”, sólo podía jugar de noche, él, en ese entonces, tenía 33/34 años, su esposa era un poco más joven, ¿30? Adultos, por favor, adultos por donde se los mida. Resumiendo, este marido tampoco pudo jugar “Silent Hill”, a la esposa, ese juego, le horrorizaba. En serio, todo cierto. ¿Qué efecto produjo en mí “Silent Hill”? Me encantó el principio, la música y las escenas prerenderizadas. Eso quiere decir que esa secuencia inicial tenía imágenes con una calidad muy superior a lo que la imagen del juego en sí podía ofrecer. Me gustó la idea con que se iniciaba el juego, pero cuando apareció la realidad que podía jugarse ya no me convencía, yo estaba acostumbrado a los juegos de computadora, muy superiores en imagen a lo que las consolas del momento podían ofrecer. Jamás pensé que este jueguito podría ponerme muy nervioso, la palabra ‘asustarme’ yo no había utilizado en muuucho tiempo, ni siquiera pensé en ella, al menos hasta llegar al colegio de Midwich.

            “Silent Hill” era un juego que agarraba desde el principio, sabía todas las reglas de cómo asustar, y las utilizaba con la perfección que sólo podía darle el talento colectivo. Comenzaba con una niebla, que molestaba, te ponía nervioso. En la noche narrativa del juego, te encontrabas corriendo en la incierta dirección señalada por un mapa, las bestias estaban ahí. Te acosaban, te mataban. El principio me puso nerviosito, a pesar de los cuadraditos de los que estaba hecha la imagen. La carrera hacia el colegio me probó a mí mismo que ya estaba atrapado en las tenebrosas garras de la narrativa. A partir del colegio, con los niños/monstruo/poseídos, yo comencé a sentir miedo. Las secuencias infernales, la muerte de Lisa, ¡el hospital! Además estaba la historia, no sólo la acción y proceso del juego, el relato te llegaba, tenía mucho corazón, y mucha crueldad. El final te dejaba un aire de melancolía, mientras la maravillosa sonorización de Akira Yamaoka te hacía compañía.

Salimos, en la realidad era vísperas de año nuevo, noche, estábamos en plena calle, todo era normal, oscura como suelen ser las noches terrestres, y todavía, la tensión acumulada en mi espalda, me perseguía, seguía nervioso, a pesar de la concreta naturalidad que me rodeaba, a pesar de que la fantasía se había quedado en el disco. Los malos sueños habitaban en la oscuridad. Ese año nuevo yo preferí no ir a una insípida fiesta, regresé a casa, a introducirme, nuevamente, en esa magnífica pesadilla: “Colina silenciosa”. “Silent Hill” era sólo una historia; muy buena, contada con los recursos disponibles para una consola, y había logrado entrar en mi mente como cuando era niño, permanecía conmigo, jugaba con mis sentidos, me hizo recuerdo lo que era estar asustado, verdaderamente asustado. Más tarde, mientras intentaba conciliar el sueño, maldije mi perchero, que con ropa y una gorra, parecía una deforme presencia humana, como las criaturas del juego. No me desperté para darle una nueva forma, reordenar la ropa, estaba oscuro. Y ya saben lo que pasa con los simpáticos adultos que caminan por la oscuridad.

            “Silent Hill” no me dió pesadillas, ese problema, felizmente, estaba solucionado. Pero el juego era una joya de arte sensorial narrativo del Siglo XX. Lo estudié con empeño y me provocó escribir siquiera dos artículos, uno en inglés, mientras coqueteaba con escribir un libro, un estudio sobre el juego, para aplaudir sonoramente esa magnífica partitura que es/era “Silent Hill”. Fue por este juego que mi interés por el terror se tornó sistemático, desde niño me encantaba Edgar Allan Poe, pero no lograba atemorizarme, simplemente me parecía magnifico por su sensibilidad (El hombre de multitud, Corazón delator). Buscaba ese temblor que había perdido por “Inocentes”. No lo encontraba, pensé que sería una búsqueda inútil, irrecuperable. Me gustó La canción de Kali, de Dan Simmons, buen relato, cruel e interesante. Personajes bien logrados. ¿Miedo? No. Imajica, de Clive barker, director de “Puerta al infierno”. Vaya mundo, muy creativo, provocador, las ideas te cuestionaban, tenía muchos altibajos, buen libro a pesar de todo. ¿Miedo? ¿Qué?, ¿miedo?, no. Claro que no.

            Creo que “Día de inocentes” encegueció una parte de mí. Como si esa parte de mi mente lógica hubiese tapiado un sentimiento, como no poder escuchar ciertas notas, y se generaba un hambre por ellas. “Silent Hill” me hizo redescubrir ese magnífico espectro musical que es el terror. Como narrador, como consumidor de narraciones, como habitante de una realidad basada en convenciones inventadas, como personaje de mi propio cuento mental, reencontrar el terror, redescubrir el miedo, contemplar la paleta con que se pintó ese tenebroso cuadro fue para mí una experiencia magnífica. Pocos podrán imaginar lo que significa no poder sentir temor, más allá del ligero susto ocasional, es como tener algo entumecido que no despierta, ya que no hay nada que lo despierte. Percibir aromas, saborear, escuchar notas, tener calor o frío, sentir. Sentir odio, sentir amor, sentir pasión, sentir miedo. La pérdida de cualquier sentimiento debe lamentarse y provoca problemas. Yo había perdido algo, y no me prolongaré sobre la importancia de ese algo, redescubrí el verdadero miedo con “Silent Hill”, gracias por ello. Desde entonces, mi espectro de sensaciones está completo, ahora puedo caminar, recorrer el sendero, sabiendo que no hay una dirección que no conozca, un sentimiento que me sea ajeno.

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21 septembre 2006 4 21 /09 /septembre /2006 21:04

            Vi la película en 1989 y me encantó. Hasta el día de hoy, “la caza al Octubre Rojo” sigue siendo una de las mejores películas de submarinos que he visto. Leí el libro tal vez un año más tarde. Adolecía de muchas carencias a nivel humano (pobres psicologías, caricaturas) y en el estilo, efectivamente descriptivo y nada más. Pero a pesar de sus defectos el libro ‘Octubre Rojo’ terminaba siendo una trepidante aventura. Tenía barcos, aviones, submarinos, torpedos y explosiones, traidores encubiertos y espías de la CIA, era un voluminoso paquete de diversión. Tom Clancy, el autor de ‘Octubre Rojo’ no escribía alta literatura, pero sabía entretener.

            Años más tarde, encontré, entre los libros viejos, una desvencijada copia de otra novela de Clancy, se titulaba ‘Amanecer de la Tormenta Roja’, un voluminoso libro con más de seiscientas páginas. Estaba a buen precio así que lo compré. El libro narraba a un ritmo hipnotizante una tercera guerra mundial en el escenario europeo, entre la Unión Soviética y la OTAN. Incluía acción en el norte, en el centro, en el mar, en el aire, en las profundidades marinas; campos de batalla en Alemania, Islandia, el mar del norte; batallas entre las flotas, fuerzas especiales, aviones, y brigadas de tanques, si bien el final resultaba ser un poco acelerado y algo forzado, uno terminaba el libro con la impresión de ser un veterano, de haber visto una película espectacular más allá de cualquier presupuesto de Hollywood.

            Así, años más tarde, cuando la posibilidad de adquirir libros en Bolivia a través de Internet se hizo posible, yo, pensando en un libro barato que podría divertirme mucho, me decidí por la más reciente novela de Clancy. Grueso, grueso error. ‘Ordenes ejecutivas’ era su título, y el principio de la novela se haría famoso años más tarde. Un piloto japonés falsifica cierta información sobre su ruta de viaje y, como todo un kamikaze, se suicida chocando su avión, un 747, lleno de combustible, contra el Congreso de los Estados Unidos durante una sesión conjunta. Mueren todos, desde el presidente, hasta cada senador del país. Jack Ryan, el agente de la CIA, personaje principal en casi todas las novelas de Clancy, y accidental vicepresidente temporal, se convierte en el presidente de los USA.

            Leí las primeras doscientas páginas de este mamotreto de 1300 páginas con la esperanza de que la obra comience, ‘Tormenta Roja’ también tardó en comenzar, pero ya había un problema en el ambiente, el contexto no era tan rico ni interesante. Los defectos narrativos de Clancy parecían haberse sobredimensionado. Tal vez porque se trataba de un nuevo mundo para él, un nuevo enemigo, ya no la Unión Soviética o algún lugar sobre el que pareciese tener alguna información, ahora los ‘malos’ era un islámico Irán, y la visión del autor era patética, mucho más pobre de lo que alguna vez fueran sus retratos de la burocrática dictadura marxista-leninista. La falta de sensibilidad de Tom comenzaba a pasarle factura. A partir de la página número trescientos la única razón que impulsó mi lectura de ‘Ordenes ejecutivas’ fue el enojo. Desde la mitad, ya comencé a fantasear introducirle este libro a Clancy por donde más le duela, por la nariz o el oído.

            ‘Ordenes ejecutivas’ era una obra en verdad deleznable, yo sólo deseaba leer el final para coronar este aburridísimo baile de mediocridades, leía por inercia, escupiendo mentalmente el nombre de este autor en cada página. Años más tarde, después del 11 de septiembre 2001, muchos mencionaron el libro, por el avión del principio, y todos los comentaristas, unánimemente, reconocían que ‘Ordenes’ era un mal libro, “aunque los otros fuesen legibles”. ‘Ordenes’ es una obra tan, pero tan mala, que yo la utilizaría en cualquier clase de literatura, para todo lo que NO se debe hacer en una novela. Sería imposible escribir un peor trabajo haciéndolo a propósito, ‘Ordenes’ es un abismo, ha cavado de un extremo a otro de un círculo, pero es otra novela la que se lleva la palma, aunque por distintas razones.

            Su prosa fluye como una cascada, tiene el caudal del río Amazonas, la extensión del Nilo, la sonoridad del Niagara. Javier Marías escribe tan bien que sí el dios de alguna religión desease escribir su evangelio le pediría ayuda a él, y el dios acabaría tomando dictado. La prosa de este hombre es magnífica mucho más de lo que mi limitadísima elocuencia, en comparación, me permite describir. ¿Y qué nos cuenta este favorecido de los dioses?, ¿qué historia narrará su prodigiosa tinta?, ¿qué oscuros parajes de la mente humana iluminará con la luz de su literatura? Me temo que éste no es un artículo sobre la copiosa obra de Javier, es sobre la peor novela del mundo, la suya, ‘Todas las almas’.

            En ‘Almas’ nos encontramos con una pobreza de espíritu que llega al paroxismo. A su personaje no le importan sus amigos, sus colegas, ni siquiera sus encuentros amoroso/sexuales son capaces de romper su permanente estado de hastío. Si no te importa la realidad en la que vive tu personaje, en la que habita, en la que trabaja,  ¿para qué diablos nos cuenta esa historia? Ni siquiera hay bronca en semejante bodrio, el personaje no manifiesta ni un momento un poco de verdadero cansancio por la nulidad de su existencia. A Clancy no se le puede exigir más, pero a Marías sí, esa prosa suplica algo que contar, es una paleta de perfectos colores que buscan pintar, pero gracias a él sólo trazan un vacío. ‘Almas’ es un aborto, una obra nacida muerta. La patética vida de uña del protagonista, produjo en mí el mismo efecto que las mediocres personalidades de ‘Ordenes’, más el lamento de ver una prosa divina utilizada para un dramón clase Z. No hay cómo defender esta novela, no importa si buscaba criticar a esa sociedad, que ese tedio es el sentimiento interno del personaje y toda esa cháchara de tonterías que se pueden decir. Ninguna obra puede ser buena por lo que quiso decir, ni el mensaje dado, una novela vale por lo que es, y ésta es un bodrio absoluto. ‘Almas’ es una tumba de palabras.

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16 septembre 2006 6 16 /09 /septembre /2006 21:22

            Creo que en general los pacifistas son un conjunto de burros, por lo que el problema de la guerra deberá ser abordado por otros, y de otra manera. La historia del movimiento pacifista es la de un gran fracaso, la de un conjunto de inútiles que no lograron nada. Dicen que como muestra vale un botón, bueno, yo tengo treinta años, desde el día en que nací, hasta el día de hoy, no hubo en el mundo un momento de paz.

            Siquiera se peleaba en el Líbano y en Angola, cuando yo nací, un 29 de diciembre de 1975. Acababa de terminar la guerra de Vietnam, entre el norte y el sur del país. En estos años, también estaban en boga los actos terroristas de la OLP en contra de Israel, e israelitas. (Una noticia sorprendente de 1976, es que el 13 de octubre, un avión 707 se estrelló en una calle céntrica de Santa Cruz, murieron 102 personas). También este mes, en China, comienza la purga de los afiliados del tirano muerto Mao Zedong, incluyendo a su viuda, Chiang Chin. En 1977, Idi Amin sigue como dictador de Uganda, hay problemas en varios países africanos; incluyendo Etiopía y los ya mencionados, y la Guerra Fría sigue cobrándose víctimas en diversos golpes de estado y brutales dictaduras. En Camboya gobierna el infame y cruel Pol Pot.

            En 1978, el 10 de enero, es asesinado Pedro Joaquín Chamorro, en Nicaragua, un periodista crítico del régimen dictatorial de Anastasio Somoza, los disturbios que prosiguen al incidente son el inicio de una guerra civil. Escaramuzas entre Israel y el Líbano, Somalia y Etiopía, se suceden al principio de este año. También, estos son los días en que, en Italia, las Brigadas Rojas secuestran y asesinan al ex-primer ministro italiano, Aldo Moro. En África prosiguen diversos conflictos, el país más mencionado es Zaire (hoy en día llamado República Democrática del Congo). Tras un breve enfrentamiento, en noviembre, las tropas invasoras chinas abandonan Vietnam, pero pronto volverán. (En una nota aparte, 909 personas mueren en un suicidio/asesinato masivo del Templo de la Gente, del reverendo James Warren Jones, alias Jim Jones.)

            En 1979 las cosas comienzan a ponerse un poco más calientes, no que no lo estuvieran ya antes, pero esos días, al igual que hoy, los conflictos en escenarios secundarios (i.e. países pobres sin muchos recursos naturales, o fuera de regiones estratégicas) nunca fueron resaltados en la prensa. A principios de año, Vietnam invade Camboya, por fin, ya que los invasores interrumpirán, y encontrarán las pruebas de, el genocidio marxista iniciado por los Jemeres Rojos, dos millones de asesinatos, en un país de siete. Ostenta la marca mundial como el mayor genocidio en proporción a la población total, ese será el único logro de este partido comunista. Otra escaramuza China-Vietnam (20 mil muertos/heridos chinos). El Ayatola Jomeini regresa a Irán, el Sha abandona el país. Los Sandinistas toman el poder en Nicaragua y comienza la prolongada resistencia de los Contras. La Guerrilla salvadoreña comienza a mostrar sus caras, en las fotografías de cadáveres asesinados por tropas del gobierno. Antes de que cumpla 4 años, los soviéticos invaden Afganistán, es el comienzo de una guerra de casi diez años. Ese mismo mes, diciembre, también termina la guerra de Rodesia, futura Zimbabwe.

            En septiembre de 1980 comienza la guerra entre Irán e Irak, no terminará hasta finales de 1988. 1981, el conflicto de Solidaridad, en Polonia, ocasiona un cambió de mando, ahora un general, Jaruzelski, está a la cabeza del gobierno. América Central está en llamas, con guerrillas de distinta orientación política en El Salvador, Nicaragua, Guatemala y Honduras. En 1982, argentinos y británicos, se ven enfrascados en una breve, pero espectacular, escaramuza por las islas Falkland. Israel decide invadir el Líbano, la ocupación del sur libanés terminará el año 2001. 1983, guerra civil en Chad (recuerden que siguen las otras guerras, Afganistán, Irán-Irak, no han terminado). Los Estados Unidos invaden Granada, después de que ésta fuese invadida por cubanos.

            1984, el ejército indio reprime con fuerza un levantamiento Sij. 1985, no hay nada nuevo muy importante. ¿Me olvide mencionar que la guerrilla en Colombia ya existe desde 1964? 1986, problemas en Yemen, Libia (los Estados Unidos atacan el campamento de Kadafi), en Pakistán. Y las otras guerras, siguen y siguen. 1987, problemas en Palestina, entre otros muchos lugares. En 1988, los soviéticos abandonan Afganistán, pero el gobierno debe seguir peleando una guerra en contra de las diversas facciones del país. En 1989 se termina la guerra Irán-Iraq, siguen los conflictos en América Central, y siempre hay algún problemita en África. En 1990, en Agosto, Irak invade Kuwait. En 1991, los Estados Unidos lideran una coalición en contra del invasor, liberado el pequeño principado árabe, se imponen a los agresores una serie de embargos económicos.

            Con la caída de la Unión Soviética, en diciembre de 1991, los conflictos de naturaleza ideológica en el planeta comienzan a amainar. El mundo no está tranquilo en estos años, pero los conflictos más notorios surgen en Chechenia, 1994, y una breve guerra entre Ecuador y Perú, ese mismo año. En 1992 comienza el desmembramiento de la ex-yugoslavia, hubo guerras en Eslovenia, Croacia y un prolongado conflicto en Bosnia-Jerzegovina. Hay una serie de conflictos en el Congo, Ruanda, Sudán, todos en África. Desde 1988, hasta hoy en día, que Somalia no tiene un gobierno central. La OTAN bombardeará a Serbia en 1999, por la guerra de Kosovo. Este mismo año comienza la Segunda Guerra de Chechenia. El año 2001, unos pilotos principiantes decidieron aterrizar aviones 747 en las torres gemelas, el pentágono, y el Congreso de los EE.UU. En respuesta, los Estados Unidos destruyeron al régimen Talibán, que dominaba la mayor parte del país. El 2003, los EE.UU. invadieron Irak. Y este año, 2006, los israelitas decidieron hacer retroceder la economía del Líbano por dos décadas.

            Todo lo mencionado apenas llega a ser la punta del iceberg. Todos los conflictos mencionados tuvieron sus razones. Una verdadera oposición a la guerra debe nacer comprendiendo los motivos que la provocan y ver cómo estos podrían resolverse por otros mecanismos. Seguimos buscando.

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